A principios de los años 80, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) alertó por primera vez de cinco casos de una neumonía no caracterizada hasta el momento: posteriormente se definía que era causada por el virus de VIH.

Unos años antes, en 1976, se identificaban los primeros casos de Ébola, una enfermedad potencialmente letal cuya transmisión se produce por vía sanguínea. La alerta más reciente en nuestro país fue en 2014, al contagiarse una auxiliar de enfermería por atender a un misionero que había contraído esta patología.

Wuhan. Diciembre de 2019. La Comisión de Salud de la ciudad notifica un conglomerado de casos de una neumonía que, posteriormente se confirma, está causada por un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2.

La historia, también de manera muy reciente, ha puesto de manifiesto la necesidad de estar preparados ante nuevas infecciones emergentes y, para ello los profesionales sanitarios son imprescindibles. Si en la pandemia de COVID-19 quedó patente la labor de los médicos que trataban a estos pacientes, desde el servicio de Urgencias, pasando por Neumología, Medicina Intensiva y, ya posteriormente, la Atención Primaria controlando y notificando posibles nuevos brotes para no volver a los meses más duros de 2020, ¿Por qué no apostar por profesionales especializados que, con sus conocimientos y experiencia, puedan dar respuesta a cada paciente de la manera más adecuada?

VIH, Ébola, COVID-19… diversos casos a lo largo de la historia avalan la necesidad de constituir la especialidad de infecciosas

Ya sucedió con los urgenciólogos. Tras diversas reclamaciones, en el primer trimestre de 2023 la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunciaba un acuerdo para constituir la especialidad; lamentablemente, con la convocatoria de elecciones del 23-J, el proyecto quedó en el cajón, a expensas de lo que suceda durante la próxima legislatura.

Parece que, a día de hoy, se está poniendo en valor la importancia de las especialidades; también de aquellas en las que, aunque haya profesionales ejerciendo con una gran experiencia y formación -no reglada- a sus espaldas, demuestran cada día que el objetivo es otorgar la mejor atención a los pacientes. Por ello, como vienen reclamando hace tiempo desde la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), lograr la especialidad en este ámbito es fundamental.

Porque contar con infectólogos con una formación reglada que respalde su actividad permitiría hacer frente con más agilidad a retos sanitarios presentes y futuros. Ya ha habido muchos casos diferentes. La historia lo avala. La de infecciosas debería ser la ‘crónica de una especialidad anunciada’.


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