Día Mundial del Alzhéimer

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Sandra Pulido Madrid | viernes, 21 de septiembre de 2018 h |

En 1906 el psiquiatra alemán Alois Alzheimer identificó el primer caso de lo que se conocería como enfermedad de Alzheimer. Pero no sería hasta 1910 cuando otro psiquiatra, Emil Kraepelin, bautizase esta patología.

Más de un siglo después, las hipótesis sobre la causa de esta enfermedad siguen abiertas aunque el círculo se cierra cada vez más en torno a la acumulación de depósitos anómalos de proteína b-amiloide.

Uno de los avances más destacados de los últimos diez años es la adquisición de un conocimiento más profundo de la enfermedad, así como su conceptualización, tal y como explica a GACETA MÉDICA Raquel Sánchez-Valle, responsable de La Unidad de Alzheimer y Otros Trastornos Cognitivos del servicio de Neurología del Hospital Clinic de Barcelona y vocal del la Junta del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

“El avance fundamental que se ha realizado en los últimos años en materia diagnóstica es su conceptualización como un proceso continuo. Es una enfermedad de un substrato biológico, neuropatológico que tiene varios estadiajes clínicos”, resalta la neuróloga.

“La enfermedad deja de ser por definición la ‘demencia tipo alzhéimer’ para ser una patología que se inicia en el cerebro 20 año antes de los primeros síntomas, que al principio son muy leves hasta que llegamos a la fase de la demencia”, añade.

Los avances en las pruebas diagnósticas, el descubrimiento de biomarcadores en el líquido encefalorraquideo y otro tipo de marcadores han permitido incrementar el conocimiento sobre esta enfermedad.

“Pero, realmente, la posibilidad de detectar en una persona la patología del depósito de amiloide y la presencia de patología tipo TAU ha supuesto un cambio muy relevante tanto en los métodos diagnósticos como en la conceptualización de la enfermedad”, puntualiza la responsable del Hospital Clinic de Barcelona.

Factores potencialmente modificables

Por otro lado, la neuróloga afirma que “empezamos a conocer no solo a nivel etiológico las causas y los factores genéticos que predisponen para la enfermedad de alzhéimer, sino también los factores potencialmente modificables que tienen un diferente impacto según la edad en la que se produzcan”. Y dado “que son potencialmente modificables podrían cambiar si actuamos sobre ellos y disminuir, así, la incidencia de la demencia en hasta en un 30 por ciento”, subraya.

“Así que mientras no tengamos tratamientos curativos , el objetivo es intentar reducir la fase de la demencia que es la que tiene más impacto clínico”, concluye.