Lucía Barrera, Directora de
Gaceta Médica
| viernes, 29 de enero de 2016 h |

Clínicos y farmacéuticos de hospital están condenados a entenderse. En los últimos años, a raíz de las dificultades económicas, ha habido una calma tensa donde unos pedían más compromiso con una gestión eficiente de los recursos y otros que se respetara su libertad de prescripción. En cierto modo, el farmacéutico de hospital ha sido visto como el malo de la película, acusados de dificultar el acceso a los tratamientos basándose en criterios economicistas. Sin embargo, el argumento y los personajes deben cambiar. La solución pasa porque este profesional no sea un extraño, que se incorpore a los equipos, que sea más clínico, que tenga más relación con los pacientes. Las líneas rojas deben desaparecer. Esto se ve con claridad en un ámbito como la oncología, donde la irrupción de la inmunoterapia y la gran cantidad de moléculas que vienen hace más necesario que nunca replantearse las fórmulas de actuación para tomar decisiones conjuntas sobre qué es lo que de verdad aporta valor al paciente.

Mismo objetivo, diferentes enfoques. Desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) se plantea la necesidad de que se respeten las pautas que marcan los informes de posicionamiento terapéutico (IPT), sin reinterpretaciones restrictivas, para evitar que se produzcan las inequidades que viven en el día a día. Y es que el médico es el último eslabón con el paciente y el encargado de tener que explicarle por qué no puede prescribirle un fármaco que sí está disponible en otros centros.

La perspectiva de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) centra su foco en la equidad, no del acceso a los tratamientos, sino de los resultados en salud. Por ello, piden registros que contemplen este apartado para ver cómo influye la variabilidad, que no inequidad, existente en la práctica clínica.

Lo que queda claro es que, tal y como está planteada la política farmacéutica, se retroalimentan las dificultades de acceso. Reformular los IPT, una estrategia común europea, registros, contratos de riesgo compartido… No hay una fórmula magistral para solucionarlo, pero hay que seguir experimentando.