Francisco Rosa Madrid | viernes, 06 de junio de 2014 h |

“Si en el sistema educativo hemos conseguido poner notas para medir el rendimiento escolar, ¿por qué no hacer algo similar para medir la innovación farmacéutica?”. Esta fue la reflexión con la que el subdirector general de Calidad de los Medicamentos y los Productos Sanitarios, Carlos Lens, explicó, durante una mesa organizada en el marco del 34º Simposio de la Asociación Española de Farmacéuticos de la Industria (AEFI), la lógica que está siguiendo el grupo de trabajo de la Comisión Interministerial de Precios (CIP) para del diseño de una herramienta, “con formato binario y cualitativo”, que sirva para medir la innovación que aportan los nuevos medicamentos.

Concretamente, según Lens, se están manejando actualmente unos 40 grupos de parámetros demográficos, epidemiológicos, de gravedad, de resultados de la no intervención (dentro de los que se encuentran la muerte, la invalidez, la cronicidad o la necesidad de rehabilitación), de resultados en salud, de utilidad, etc. “Son muchísimos los parámetros que se están evaluando, para agruparlos y poder ponderarlos. Esto servirá para obtener una nota que sea expresiva del grado de innovación asociado al nuevo medicamento o la nueva indicación”, apuntó el subdirector general.

Así, además de analizar la innovación que la industria aporta en estos dos supuestos, el representante de Sanidad reconoció que no solo se está tomando información relativa a los medicamentos, sino que también juegan como variables otras intervenciones terapéuticas que no siempre son farmacológicas. “Hay muchas otras intervenciones sanitarias que tienen resultados disruptivos en la calidad de vida de los pacientes. Pensemos en una mejora del estilo de vida o en una vacuna que evita la aparición de una enfermedad que puede ser incapacitante”, señaló.

Captada la idea general con la que trabaja el grupo de la CIP, algunos de los ponentes destacaron la complejidad que podría entrañar un ‘sistema de notas’. En el caso de la subdirectora general de Compras del Servicio Madrileño de Salud, Encarnación Cruz, la impresión es que, pese a que la medición se hace imprescindible, parece difícil, en su opinión, que se puedan “establecer escalas numéricas, sobre todo por la poca información disponible de los medicamentos recién aprobados”. En todo caso, Cruz reconoció que la dificultad está sobre todo en valorar las cuestiones menos evidentes, ya que “hay aspectos como la disminución de la mortalidad que no genera ningún tipo de dudas a los gestores”.

También hizo hincapié en la sensación de “dificultad” que entraña la operación el jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española del Medicamento, César Hernández se refirió también a la que entraña la valoración de las innovaciones incrementales, que son la base, en muchas ocasiones, de posteriores innovaciones disruptivas.

Esta expresión de prudencia sobre la posibilidad de dar con un sistema métrico adecuado fue compartida por el director del Departamento Técnico de Farmaindustria, Emili Esteve. A pesar de ello, enumeró los aspectos fundamentales a la hora de medir la innovación. Así, hizo alusión a cuestiones como “que un medicamento vaya a una enfermedad en la que no existen alternativas, si se trata de una nueva indicación, si aumenta la calidad y la esperanza de vida, si hay una modificación en la rapidez de acción, así como otras cuestiones como la tolerancia, el volumen de la población, la comodidad en la administración, la mejora de la productividad o la liberación de recursos sanitarios”.

En todo caso, lo que dejó más o menos satisfechos a todos los ponentes fue el hecho de que se pretenda impulsar un marco estable para la innovación, aunque para terminar de hacer las cosas bien, el catedrático de Economía Aplicada, Félix Lobo, y el responsable del Servicio de Farmacología Clínica del San Carlos, Emilio Vargas, recomiendan máxima transparencia.