El investigador Richard Vile.

Los virus oncolíticos son un tipo de virus que ataca preferentemente a las células tumores, Richard Vile, profesor de Inmunología y Oncología Pediátrica en el Mayo Cancer Center en Rochester (Minessota), investiga cómo usarlos como señuelo para activar el sistema inmunitario y contribuir así a la inmunoterapia contra el cáncer. El investigador ha visitado recientemente el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), invitado por Luis Álvarez Vallina, jefe de la Unidad de Investigación Clínica en Inmunoterapia del Cáncer H12O-CNIO, donde ha explicado más a fondo esta iniciativa.

Una estrategia pasa por que estos virus oncolíticos infecten el tumor para que las células de defensa, tratando de eliminar los virus, eliminen el tumor. Es decir, sería el equivalente a ‘disfrazar de virus’ a los tumores.

Pero más allá de la eficacia de esta estrategia, Vile apunta que es importante que ideas como esta puedan probarse rápido en ensayos clínicos. El especialista ha liderado varios ensayos, en concreto, contra un tipo de tumores cerebrales pediátricos muy agresivos y sin tratamiento y señala que “es muy frustrante que se tarde tanto en llevar los buenos resultados científicos a los pacientes en ensayos clínicos”. A pesar de esto, puntualiza que con esto no quiere decir que “deba darse una regulación del proceso regulador”.

Virus oncolíticos como sistema de alarma

Vile explica que “el concepto de virus oncolíticos surge a mediados del siglo XX, aunque ya se habían observado pacientes con linfoma de Burkitt en los que el tumor desapareció tras infecciones por el virus de varicela, gripe u otros virus”. “Los primeros prototipos de virus oncolíticos se desarrollaron para replicarse selectivamente en el tumor, e inicialmente se pensó que, puesto que atacaban a las células tumorales y no a las sanas, servirían como estrategia antitumoral”, desarrolla. Además, señala que “en cuanto se iniciaron los ensayos clínicos se observó que los virus no se replicaban lo suficiente en las células tumorales, y su efecto antitumoral no era muy potente”.

El grupo liderado por Vile reveló este papel del sistema inmune. “Demostramos en modelos animales que el efecto antitumoral de los virus oncolíticos desaparece si eliminamos experimentalmente el sistema inmunitario del animal”, indica. Subraya que esto sugiere que “el efecto oncolítico procede de la reacción del sistema inmunitario a la infección, más que de la infección en sí misma”.

A raíz de este hallazgo, la investigación de Vile se focaliza en el virus como sistema de alarma ante el sistema inmunitario, más que como arma directa como el tumor. En palabras de Vile, normalmente el sistema inmunitario responde de forma rápida y efectiva a infecciones virales y “si se consigue que el virus infecte y destruya un cierto número de células cancerígenas, quizá eso alerte al sistema inmunitario de la presencia de más células tumorales infectadas, tanto a escala local como en otras localizaciones cuando hay metástasis”.

Para Vile el reto ahora “es convertir la respuesta del sistema inmunitario contra el virus, en una respuesta contra el cáncer. Creo que es una estrategia que tiene un gran potencial: usar el virus como alarma antirrobo, más que como el arma en sí”.

Respuesta de defensa

Durante los años, esta estrategia ha ido ganando fuerza. Vile afirma que según los datos disponibles actualmente, “la infección estimula una respuesta de defensa que combate el cáncer”, aunque puntualiza que “algunos investigadores aún piensan que lo importante es la replicación del virus”.

“Cuando introducimos un virus en el tumor de un paciente observamos una respuesta antiviral muy potente, porque el sistema inmunitario tiene un gran poder y múltiples herramientas para detectar y combatir las infecciones víricas, que es para lo que ha evolucionado. Nuestro enfoque es tratar de dirigir esta respuesta antiviral hacia el tumor”, especifica el experto. A este respecto, añade que se han modificado los virus “para que expresen antígenos tumorales [proteínas del tumor], de forma que cuando el virus infecta al paciente, se estimula una doble respuesta, frente al virus y contra el tumor, porque el virus también expresa antígenos de este último. Así la respuesta antiviral es por definición también una respuesta antitumoral”.

Otro de los ámbitos de investigación que lidera Vile consiste en combinar la inmunoterapia actual, en concreto las CAR-T, con estos virus oncolíticos. En palabras de Vile “una de las razones por las que las células T no han funcionado bien en tumores sólidos es porque el tumor tiene la capacidad de inhibir al sistema inmunitario, por lo que las células T llegan al tumor, pero no pueden trabajar bien. Al introducir un virus en el tumor, es como si encendiéramos un fuego en él: las células CAR-T pueden detectar mejor el tumor y actuar contra él”.

Suma de virus oncolíticos y CAR-T

Vile se muestra convencido de que los virus serán parte esencial de las terapias antitumorales. “Serán virus que habremos modificado expresamente para que sean transportados a los tumores por las células CAR-T, y que, una vez dentro del tumor, producirán moléculas que activarán esas mismas células CAR-T”, aclara. Además, considera que al combinar virus oncolíticos y CAR-T, se conseguirá “un recurso contra el cáncer realmente potente”.

Esta investigación se encuentra actualmente en ensayos clínicos. “Hemos administrado algunos virus en pacientes, ahora estamos empezando a infundir las células CAR-T y el siguiente paso esperamos que sea un ensayo combinando virus con células CAR-T”, precisa el investigador. Ahora, gran parte de los esfuerzos del investigador y su equipo están centrados “en un tipo de tumor cerebral pediátrico particularmente difícil. Es un tumor muy poco inmunogénico; una de las ventajas de trabajar en él es que, si nuestra idea funciona con este tumor, lo que aprendamos se podrá aplicar a muchos otros tumores no inmunogénicos”.

Para concluir, Vile se refiere a las demoras de la investigación hasta que los avances llegan a la práctica clínica. En este sentido, Vile declara que a pesar de que se publiquen informaciones sobre grandes avances casi a diario, “se suele informar de que tardarán de cinco a diez años a llegar a los pacientes”. Por ello, recuerda que algunos de estos pacientes fallecerán mucho antes y que “comunicar un avance en la literatura científica no es lo mismo que hablar de algo ya listo para ser probado en la práctica clínica”.


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