José A. Rodríguez Barcelona | viernes, 21 de julio de 2017 h |

La inmunoterapia en el campo del cáncer es ya una realidad. Esta estrategia terapéutica se basa en que los seres humanos disponemos de una respuesta basal frente a los neoantígenos que expresan los tumores. Durante la proliferación descontrolada que se produce en una neoplasia, los fenómenos de reparación de ADN fallan, y eso lleva a mutaciones. Entre esas mutaciones se generan proteínas, que son diferentes de las proteínas normales, y que se conocen como neoantígenos tumorales.

Una de las estrategias que todavía no ha llegado en el campo de la inmunoterapia, pero sobre la que hay abiertas muchas investigaciones, es el desarrollo de vacunas para impedir que el tumor primario genere metástasis. Evitar la diseminación de las neoplasias es un factor fundamental en la lucha contra el cáncer, ya que la mayoría de las muertes se producen por la metástasis, no por el tumor primario.

Como explica David Sancho, experto del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III, la vacunación funcionaría de la siguiente manera: “Una vez que se ha eliminado el tumor primario con cirugía o radioterapia u otro método, se obtendría la información de los neoantígenos asociados. De este modo, se podría generar una vacunación, que es inmunoterapia, con células dendríticas”. En un estudio que se acaba de publicar en Nature Communications, Sancho y sus colaboradores han explorado cómo trabajan de forma conjunta un tipo de célula fundamental en la respuesta inmunitaria, los linfocitos T CD8+ de memoria, para generar mayor actividad antitumoral.

Sancho explica que en su trabajo, llevado a cabo con modelos de ratón con melanoma, vacunaron a los ratones con el virus vaccinia para mejorar la respuesta de los linfocitos T. Y observaron que esta respuesta depende de la vía de inoculación, que puede ser sistémica o local. “Si es sistémica —explica este experto—, sólo se genera un tipo de memoria inmunitaria, que es la que se conoce como memoria circulante, mientras que si la inoculación es intradermal, se genera memoria residente, que, en el caso del melanoma, reside en la piel”. La conclusión más relevante de este estudio es que “se ha visto que en los tumores que presentan mejor pronostico hay un aumento de células de linfocitos T que tienen fenotipo de memoria residente”. Asimismo, los expertos han visto que existe una colaboración entre ambos tipos de memoria con el fin de obtener una óptima respuesta. La memoria residente genera un estado de alerta que atrae y reactiva a la memoria circulante, y la respuesta inmunitaria es más rápida y efectiva.

Transferencia adoptiva

Otro método que ya se utiliza para la inmunoterapia del cáncer en pacientes es la transferencia adoptiva de linfocitos T que son específicos contra el cáncer. Los autores demuestran que la transferencia de memoria circulante es capaz de transformarse en memoria residente en situaciones de infección y también en el contexto tumoral. Además, la combinación de esta transferencia con una de las estrategias actuales usadas en clínica que utiliza el anticuerpo frente al receptor PD-1 para reactivar la respuesta antitumoral del linfocito T aumenta la eficacia de la inmunoterapia. Además, los expertos han visto que el subtipo DC1 de células dendríticas es necesario para reactivar la respuesta antitumoral de linfocitos T citotóxicos de memoria.