José A. Rodríguez Barcelona | jueves, 05 de enero de 2017 h |


Un estudio del IRB Barcelona ha demostrado que las células tumorales dependen de las grasas para iniciar metástasis



Expertos ven factible emplear el consumo de grasa por parte de las células tumorales como marcador en cáncer


Las células metastásicas deben desanclarse del tumor primario, entrar en la circulación sanguínea o el sistema linfática o propagarse a través de diferentes cavidades del organismo, anclarse en otro órgano o tejido… Un proceso para el cual es preciso emplear una elevada cantidad de energía. ¿Cómo logran obtener la energía necesaria? Diversos estudios publicados en los últimos meses señalan a la grasa como uno de los principales responsables.

En este sentido, el trabajo más reciente, realizado por expertos del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona), muestra claramente que las células tumorales dependen de las grasas para iniciar la metástasis. Como explica Gloria Pascual, del citado centro y una de la autoras del trabajo, su grupo se centró, en un primer momento, en el carcinoma escamoso oral, que es un tipo de tumor que se desarrolla en la cavidad bucal. En concreto, observaron que “la proteína CD36, que absorbe grasas desde la membrana celular, es un factor determinante para que las células tumorales sean metastáticas”.

Aunque estudios previos habían mostrado el papel que desempeña la grasa en el tumor primario, señala esta investigadora, este factor no se había observado tan claramente en los procesos metastásicos. De este modo, las células tumorales que son capaces de emplear la grasa (las CD36 positivas) son las que cuentan con una ventaja metabólica frente a otras poblaciones celulares.

Los autores analizaron muestras de pacientes con carcinomas orales de diversos grados de agresividad, proporcionadas por el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, y vieron que añadiendo CD36 a tumores que no provocan metástasis, estos se convertían en metastáticos “porque utilizan los lípidos en circulación”, añade Pascual. Los expertos se centraron en este tipo de tumor porque es muy metastásico y presenta una tasa de mortalidad muy elevada. “Posteriormente corroboramos el efecto de CD36 sobre la metástasis en células de melanoma y de cáncer de mama luminal A”, apunta esta experta.

El trabajo no arrojó luz sobre los mecanismos que permiten a las células tumorales aprovechar la grasa como fuente de energía. “Nuestra hipótesis —comenta Pascual— es que la grasa es una fuente de energía mucho más relevante para las células tumorales que los glúcidos”.

Tras comprobar los efectos de CD36 sobre la metástasis, los expertos sometieron a análisis estadísticos muestras de pacientes de tumores de ovario, vejiga y pulmón, “y observamos que existe una correlación entre la presencia de CD36 y la capacidad de realizar metástasis”, señala Pascual.

Dieta rica en grasa

A la vista de la relevancia de la grasa como factor generador y potenciador de la metástasis, los autores también se plantearon si una dieta elevada en grasa podría tener una incidencia en la proliferación tumoral. Por eso, estudiaron el efecto del ácido palmítico, que se encuentra en el aceite de palma y, en proporciones más bajas, en el aceite de coco y que se emplea con frecuencia en la comida procesada. Trataron un tumor oral con ácido palmítico y lo inyectaron en ratones que seguían una dieta normal. Una vez inoculado en el ratón, ese tumor pasaba de una frecuencia metastática del 50 por ciento al cien por cien.

“El siguiente paso en nuestra investigación es estudiar el efecto que puedan tener otros aceites, como es el caso del oleico y el linoleico, en la metástasis”, comenta Pascual.

Pero ¿podría ser CD36 una diana terapéutica para impedir o al menos entorpecer la metástasis en ciertos tipos de tumores? Pascual considera que es factible, ya que, en su estudio, vieron que inhibir CD36 antes de inocular el tumor permitía bloquear al cien por cien su capacidad de generar metástasis. No sólo eso, en los ratones en los que la metástasis ya se había iniciado, administrar anticuerpos para inhibir la actividad de CD36 permitió la eliminación de las metástasis en el 20 por ciento de los animales. En el resto de los ratones, aunque la metástasis seguía activa, se reducía entre el 80 y el 90 por ciento el tamaño y el número de focos metastásicos.

Grasa peritumoral

En la misma línea, otro estudio publicado el pasado mes de abril y que contó con la participación del investigador Icrea y jefe de grupo del IRB Barcelona, Roger Gomis, también ponía el acento en la relevancia de la grasa para la proliferación de los tumores de mama. Aunque ya se sabía que las células tumorales en este tipo de neoplasia reprograman su maquinaria interna para producir más lípidos, en este trabajo se desvelaba que además importan lípidos externos. La investigación liderada por Gomis permitió descubrir que la proteína LIPG, una enzima localizada en la membrana, es fundamental para que las células tumorales importen la grasa del exterior.

Asimismo, un trabajo multicéntrico en el que participaron expertos de la Universidad de Granada, desveló una de las causas de que el cáncer de mama afecte más a las personas obesas y sea más agresivo en ellas. En este caso, la clave es la grasa que rodea al tumor (grasa peritumoral), ya que las las células madre cancerígenas (CMCs) la utilizan para expandirse.

Y en 2011, un estudio publicado en Nature Medicine y realizado por expertos de la Universidad de Chicago, apuntaba que, en el caso del cáncer de ovario, las células tumorales son capaces de robar los nutrientes ubicados en las células de grasa que se extienden desde el estómago y cubren los intestinos. En el 80 por ciento de las mujeres, cuando el cáncer de ovario se diagnostica, este ya se ha extendido al omentum, un tejido graso muy vascularizado, situado sobre los intestinos y el área inferior abdominal.

Pascual señala que en el tratamiento del cáncer es fundamental combatir la metástasis, ya que se estima que esta es responsable del 90 por ciento de las muertes causadas por neoplasias. Y, para lograrlo, hay que seguir investigando en la relación de las grasas con este proceso.

Incluso, esta experta cree que sería posible emplear el consumo de grasa por parte de las células como marcador tumoral. Actualmente, mediante un PET, se pueden rastrear las células que presentan un consumo de glucosa anormalmente elevado, lo que se emplea como marcador. De todos modos, Pascual señala que “es más complicado analizar el consumo de lípidos que el de glucosa”.