José María Abellán, Pte. de la Asociación de Economía de la Salud | viernes, 08 de julio de 2016 h |

La economía de la salud es ante todo una forma determinada de pensar, de razonar, ante los problemas relacionados con la salud y la sanidad. Ese modo particular de razonar es el propio del análisis económico, con sus defectos y virtudes. Las cuestiones que trata de dirimir la economía de la salud son del estilo: ¿Deben financiarse los nuevos antivirales para la Hepatitis C? ¿Debe imponerse una tasa sobre los refrescos azucarados? ¿Cómo deben ordenarse las listas de espera? ¿Hay que extender el copago farmacéutico a otros servicios sanitarios?… Cuestiones todas ellas, como puede comprobarse, de vida o muerte.

Ante la trascendencia de las preguntas, resulta llamativo, por tanto, cómo son desdeñadas o ignoradas las prescripciones de esta rama de la ciencia económica en nuestro país. Si bien dichas prescripciones no son unánimes, no es menos cierto que hay un amplio consenso académico sobre ciertos temas. Uno de ellos es el concerniente a la necesidad de que las decisiones de financiación pública de nuevos tratamientos, así como la fijación de sus precios, se sustenten en procesos reglados de evaluación (económica) de tecnologías sanitarias. Esto, que es lo usual en otros países de nuestro entorno, no lo es tanto en España. Es desalentador comprobar cómo en los programas electorales de la reciente cita electoral del 26-J, no hay una sola mención a este asunto. Ciudadanos era el único partido que llevaba esta medida en el programa de las anteriores elecciones generales de diciembre de 2015, pero desapareció de la versión con que concurrieron a estas últimas elecciones.

Una posible razón para explicar esta omisión es que se perciba desde los poderes públicos que economía y salud resultan en un oxímoron, en una contradicción en sus propios términos. Alan Williams, uno de los padres intelectuales de la disciplina, respondía a este tipo de críticas, afirmando: “Bien, hay muchas cosas que no me gusta de la economía de la salud, ¡pero no está tan mal cuando consideras la alternativa!”. Y esa es la clave: ¿cuál es la alternativa? ¿Tomar decisiones sobre los recursos sanitarios manejando únicamente criterios políticos? ¿O estrictamente médicos?

La economía es la ciencia “lúgubre”, como la calificó Thomas Carlyle, ya que nos recuerda perennemente que los recursos son finitos, mientras que las necesidades son incontables. Esta verdad incómoda debe decirse, sobre todo, por nuestros gobernantes (y aspirantes a hacerlo). También en relación a los servicios sanitarios. Ahí estará la Asociación de Economía de la Salud (AES), foro representativo de todos aquellos profesionales que practican esta disciplina, para recordarlo. Salud y economía son temas demasiado importantes como para no considerarlos conjuntamente.

Salud y economía son temas demasiado importantes como para no considerarlos conjuntamente