Pilar Fernández,
vicepresidenta del Consejo General de Enfermería
| viernes, 31 de octubre de 2014 h |

Casi un millón de personas en España sigue un tratamiento con anticoagulantes orales. Son pacientes que tienen una relación continuada con la enfermería porque, desde hace décadas, acuden a nuestras consultas a controlarse su INR para poder llevar una vida normalizada. Y es que, desde siempre la enfermería juega un papel crucial en el seguimiento y control de esta dolencia. Por su cercanía, por el conocimiento de su entorno social y familiar, las enfermeras y enfermeros guardan un vínculo muy especial con este colectivo de pacientes. La medicación busca evitar episodios tan dramáticos a nivel familiar y personal como es el ictus, un accidente cerebro vascular con unas secuelas y un grado de incapacidad muy variable, pero que siempre supone un antes y un después, un punto de inflexión en la vida a partir del cual nada volverá a ser igual.

Pero por más esfuerzos que haga el equipo de atención primaria, por riguroso que quiera ser el paciente en la adherencia de su tratamiento, hay una realidad incuestionable: uno de cada tres pacientes no está bien controlado con los anticoagulantes clásicos —antagonistas de la vitamina K—. Además, estos medicamentos, que han salvado millones de vidas en todo el mundo en las últimas décadas, implican una serie de interacciones con fármacos y alimentos que preocupan a los pacientes. Así nos lo transmiten en las consultas.

Para esos pacientes mal controlados existen desde hace unos años nuevas opciones terapéuticas, indicadas actualmente para aquellos que presentan fibrilación auricular, responsable de un 20 por ciento de los ictus. Los nuevos anticoagulantes orales (NACOs) no obligan a un control frecuente en el centro de salud, ni se ven alterados por medicamentos o alimentos. Sin embargo, apenas uno de cada diez pacientes candidatos a las nuevas terapias las está recibiendo, con datos muy dispares según la región de residencia. Extraña esta escasa penetración, pues hay una sobrada evidencia científica que avala su uso. Desde el punto de vista de la enfermería hemos constatado un hecho tan sorprendente como preocupante. Una investigación puesta en marcha por el Consejo General de Enfermería y la Red La salud del paciente, por delante revela que el 42 por ciento de los enfermeros no conoce los nuevos anticoagulante orales, un dato que nos debe invitar a evaluar los conocimientos y percepciones que tienen los profesionales de unos tratamientos que están en el mercado y sobre los que los pacientes seguro demandan información. Si está científicamente demostrado que estos nuevos tratamientos pueden evitar las secuelas de un episodio tan grave como un ictus, la evidencia viene a demostrar que han de administrarse a estos pacientes, sin cortapisas. Vivimos tiempos en los que hay que vigilar el gasto en medicamentos, pero el cortoplacismo es enemigo del ahorro. Mejor costear un medicamento ahora que la atención a una persona con gran invalidez por un infarto cerebral en el futuro. Eso sí que no es coste-efectivo.