Rocío chiva Madrid | viernes, 25 de septiembre de 2015 h |

La esperanza de vida aumenta y, con ello, también el envejecimiento de la población. Una situación que está provocando un incremento en la prevalencia de patologías neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer (EA). Según los datos ofrecidos en el 3º Congreso Internacional de Investigación e Innovación en Enfermedades Neurodegenerativas (Ciiien), celebrado en Málaga entre el 21 y el 23 de septiembre, de forma simultánea con el 11º Simposio Internacional ‘Avances en la enfermedad de Alzhéimer’, se prevé que estas patologías neurodegenerativas afecten a unas cien millones de personas aproximadamente en todo el mundo para el año 2050.

Para evitar precisamente esta “epidemia”, muchas de las líneas de investigación actuales se centran en la búsqueda de factores de riesgo de desarollo de estas patologías. Así, por ejemplo, Ángel Cedazo-Mínguez, codirector del centro para la investigación del alzhéimer del Instituto Karolinska, en Suecia, se encuentra actualmente investigando por qué factores de riesgo de la EA ya conocidos causan daño cerebral porque “realmente no se sabe”, apunta este científico. En su opinión, “si encontramos los mecanismos, podríamos encontrar alguna noción nueva sobre la patogénesis de la enfermedad, nuevos marcadores tempranos para distintos factores de riesgo y posibles nuevas drogas”.

Entre los factores de riesgo de EA ya descritos en la literatura, Cedazo-Mínguez señaló factores medioambientales como la hipertensión arterial, la diabetes tipo 2 (DM2) o los niveles altos de colesterol y factores genéticos como la presencia de la isoforma E4 de la alipoproteína E (ApoE4). De todos ellos, su grupo ha presentado en el Congreso resultados que aportan ciertos indicios acerca de por qué niveles altos de colesterol podrían tener efectos negativos en el cerebro. “Si hay un alto nivel de colesterol en sangre o si este se metaboliza muy rápidamente, el organismo produce un oxiesterol llamadao 27-hidroxicolesterol que pasa al cerebro y afecta a una serie de mecanismos comunes a muchos procesos neurodegenerativos”, ha especificado este investigador.

Estos mecanismos “comunes”, ha continuado Cedazo-Mínguez, son el sistema renina-angiotensina, el sistema de consolidación de la memoria y el metabolismo de la glucosa, importantísimo sobre todo este último para el funcionamiento de las neuronas. Tres sistemas muy interrelacionados entre sí y que además no solo son responsables de alteraciones neurodegenerativas.

Como apunta el codirector del centro para la investigación del alzhéimer del Instituto Karolinska, “los factores de riesgo de enfermedades neurodegenerativas son muy similares a los de las patologías cardiacas”. Tanto es así que este investigador cree que, en un futuro, se podrán utilizar para el tratamiento de la EA algunas de las estrategias de prevención farmacológica que se siguen actualmente para reducir el fallo cardiaco o el infarto de miocardio.

La idea, al final, resume Cedazo-Mínguez, es “atacar el mecanismo activo de degeneración”. Y, al ser una patología tan heterogénea, la hipótesis de trabajo de la que parte este grupo de estudio es la de lograr “ identificar lo antes posible cuáles son los drivers, los mecanismos prodegenerativos, para pararlos”, ya que creen que este origen es difernete en cada paciente.

Así, mientras que en uno puede ser la resistencia a la insulina, en otro puede ser la sobreactivación del sistema renina-angiotensina, por lo que la idea sería ser capaces en un futuro de, a partir de un kit de biomarcadores de distintos drivers de la enfermedad, establecer diagnósticos diferenciales. Así, sería posible tratar a cada paciente de alzhéimer de manera distinta, en función del origen de su enfermedad.

Hungtington y CMT

El alzhéimer no ha sido la única patología neurodegenerativa de la que se ha hablado durante el Congreso Ciiien, en el que se han destacado también estudios en enfermedades menos conocidas como la de Hungtington. Concretamente en ella Marta Fernández-Nogales, actualmente investigadora postdoctoral en la Universidad Miguel Hernández en Alicante, recibió el Premio Joven Investigador 2014 por un trabajo realizado en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, del CSIC y la UAM, en el que se describe por primera vez esta enfermedad como una taupatía.

“Hemos descrito un desequilibrio en las isoformas de la proteína TAU a favor de unas isoformas con cuatro dominios de microtúbulos”, ha señalado Fernández-Nogales, quien ha destacado también que ya se había visto anteriormente que este desequilibrio es responsable de la neurodegeneración en otras demencias como la demencia frontotemporal con parkinsonismo asociado al cromosoma 17. Además, en su estudio comprobaron también que la reducción de los niveles de la proteína TAU mejoraba el fenotipo motor en modelos animales de Hungtington.

La descripción por primera vez de la enfermedad de Hungtington como una taupatía la acerca ahora a patologías en las que también existe una alteración en la proteína TAU, por lo que se abre la puerta a que fármacos indicados en patologías como el alzhéimer puedan ser usados en el futuro en la enfermedad de Hungtington. Aunque todavía es pronto para afirmar algo así, lo que sí es cierto es que este descubrimiento abre una nueva vía de investigación en esta patología neurodegenerativa.

Integrar el conocimiento actual en demencia y alzhéimer, desarrollar nuevos ideas sobre el origen de los trastornos cerebrales complejos y explorar y formular modelos conceptuales alternativos sobre demencia. Estos son los tres objetivos específicos del Grupo Internacional de trabajo en nuevos modelos conceptuales de demencia, tal y como expuso Zaven Khachaturian, presidente de la ‘Campaña de Prevención de la Enfermedad de Alzheimer para 2020’, durante la celebración del Congreso. Tres objetivos dirigidos a tres desafíos: ampliar el número de dianas , solucionar el “rompecabezas de patologías” y entender las transciones entre estadios.