Lucía Barrera, Directora de
Gaceta Médica
| lunes, 22 de junio de 2015 h |

Los famosos casi 600 euros que separan a la comunidad que más destina a sanidad per cápita —País Vasco— y la que menos —Andalucía— no sólo son la demostración más tangible de las diferencias que existen entre una y otra comunidad sino que también representan cómo el código postal influye en la atención sanitaria que se va a recibir. No es nada baladí ni se debe pasar por alto que Andalucía destine 1.044 euros a la sanidad por habitante, mientras que la media nacional está en 1.208 euros. ¿Se puede prestar una atención de igual calidad con diferencias tan significativas de recursos? Aunque para responder a esta pregunta faltan, como es habitual en el Sistema Nacional de Salud, resultados transparentes y comparables entre comunidades, la lógica hace pensar que, o unos son muy ineficientes gestionando los recursos, o bien los andaluces están en condiciones de inferioridad con respecto a otras regiones.

Los pacientes corroboran la segunda teoría y sugieren que la desigualdad se centra en las barreras a la hora de acceder a los medicamentos innovadores. La situación que han generado las subastas, que impactan directamente en la adherencia a los tratamientos por los continuos cambios de presentación que se producen con los desabastecimientos, no beneficia ni a los usuarios ni a la administración, ya que se traducen en costes extras a medio-largo plazo. Esto sumado a la Comisión Farmacoterapéutica de reciente creación desemboca en importantes inequidades.

Con este panorama, la entrada en el parlamento andaluz de nuevas formaciones políticas es una buena noticia como se corroboró en el encuentro que mantuvieron ambos partidos con Fundamed y la Alianza General de Pacientes. Tanto Ciudadanos como Podemos se han comprometido con el cambio. Los primeros se marcan como objetivo la subida de una décima anual el gasto sanitario, mientras que los segundos quieren invertir 847 millones de euros para que la comunidad se sitúe en la media nacional. Ahora, acabado el tiempo de las promesas, llega el de los hechos.