José A. Rodríguez Barcelona | viernes, 12 de diciembre de 2014 h |

Un estudio liderado por Michael Sereda, de la Universidad de Göttingen, ha identificado cinco posibles biomarcadores que podrían correlacionar con el grado de severidad de la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth (CMT), una neuropatía hereditaria también conocida como neuropatía sensitivo-motora hereditaria (NSMH). Sereda anunció este descubrimiento durante el simposio internacional “Neuropatías periféricas hereditarias. Desde la biología a la terapéutica”, organizado por la Fundación Ramón Areces.

Este experto presentó los primeros datos de un estudio realizado con más de 200 pacientes que sufren CMT de diversos países europeos (entre ellos España), a los que han realizado una biopsia de la piel. Gracias a esta técnica, han identificado “cinco posibles biomarcadores que correlacionan con el grado de severidad de la patología”, señaló Sereda. Además, estos marcadores (cinco genes) serían “sensibles para prever la evolución de la enfermedad durante los siguientes uno o dos años”. Este factor es especialmente relevante, a juicio de Sereda, ya que la CMT es una “enfermedad de progresión muy lenta y es difícil que se realicen ensayos clínicos en los que hay que esperar diez años para ver cómo progresa”. De este modo, si se confirma que los cinco biomarcadores están correlacionados con la patología, se podría realizar un ensayo clínico para observar “cómo afecta un determinado tratamiento a esos cinco genes durante un par de años y, por tanto, a la enfermedad”.

Asimismo, Sereda señaló que, en el futuro, esperan desarrollar un sistema que les permita analizar estos biomarcadores mediante un análisis de sangre y no mediante una biopsia de la piel. De este modo, explicó, “sería más sencillo realizar los análisis”. Si se logra analizar los marcadores en sangre, sería más fácil analizar su presencia en niños. “Cuanto antes detectemos la enfermedad, antes podremos empezar a tratarla, un factor que es fundamental para el curso de la misma”, añadió.

Heterogeneidad genética

Por su parte, Carmen Espinós, jefa de Laboratorio de Genética y Genómica del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, señaló que la CMT es “una enfermedad con una amplia heterogeneidad genética, con más de 60 genes implicados”. Además no dejan de descubrirse nuevos genes relacionados con esta patología. Gracias a los avances en las técnicas diagnósticas, “es posible estudiar de una sola vez un panel de 50 genes”, algo que, por el momento, prácticamente sólo se realiza a nivel de investigación. “El problema es que así se recibe mucha información, que conlleva nuevas variantes, nuevas mutaciones, en genes no estudiados, y, como no hay suficientes estudios poblaciones bien realizados, no se sabe si esa mutación es causal o no”, añadió. Por un lado, esto supone más conocimiento, pero, por otro, “complica el diagnóstico”, comentó esta experta.

En todo caso, precisó Espinós, es necesario seguir avanzando en la subclasificación molecular de esta patología, “lo que permitirá conocer mejor los diferentes fenotipos y, por tanto, la progresión de la enfermedad”. En este sentido, también comentó los resultados de una investigación realizada por su grupo que pone de manifiesto la influencia del gen JPH1 sobre el gen GDAP1. “Los pacientes con CMT que portan mutaciones en ambos genes presentan un cuadro clínico mucho más grave que los que sólo portan GDAP1”, señaló.