juan pablo ramírez Madrid | viernes, 04 de diciembre de 2015 h |

La colaboración científica no ya entre la iniciativa pública y privada, sino entre estados se ha convertido en una necesidad. Al hilo de esta tendencia, los países desarrollados han comenzado a tejer sus redes de diplomacia científica. España ha dado los primeros pasos con el objetivo de incluir los intereses de la ciencia en la política exterior, potenciar las relaciones bilaterales, facilitar la movilidad geográfica de los investigadores, así como reforzar la participación en Horizonte 2020.

Este tipo de política no es nueva. La Royal Society se jacta de tener un ministerio de asuntos exteriores antes que el Gobierno británico, y el presidente de EE.UU. Benjamin Franklin es uno de sus principales referentes. España se encuentra aún asentando las primeras bases. “Por primera vez, el Ministerio de Asuntos Exteriores y el departamento responsable de la política científica y tecnológica, ahora en Economía y Competitividad, están colaborando de una manera muy productiva y fructífera al efecto de conseguir una mayor visibilidad de España en la empresa global de la ciencia”, explica José Ignacio Fernández Vera, director general de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (Fecyt).

Dentro de esta nueva estructura en la que trabajan de manera conjunta las secretarías de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, que dirige Jesús Gracia, y la de Investigación, Desarrollo e Innovación, que coordina Carmen Vela, el Gobierno ha designado recientemente a Fidel López Álvarez, embajador para la Diplomacia Científica y Tecnológica. Su nombramiento responde al interés que ha demostrado por integrar la ciencia en la política exterior española. Ya cuando desempeñaba el cargo de ministro consejero Cultural y Científico en la Embajada de Londres, apoyó la creación de la primera asociación de científicos fuera de España. Después de la Comunidad de Científicos Españoles en el Reino Unido (CERU) se han formado otras ocho más distribuidas en Alemania, Suecia, Dinamarca, Italia, Estados Unidos, México, Japón y Australia.

“Queríamos proyectar una imagen de España como país con un nivel de desarrollo importante y no solamente como un destino turístico de fiesta y playa. Los científicos son los mejores embajadores que podíamos tener”, señala López Álvarez.

Personal especializado en embajadas

Las embajadas han comenzado a dotarse también de personal especializado. Han incorporado la figura del coordinador científico que reporta directamente al consejero de Asuntos culturales y científicos y se integra en la estructura del Departamento de Ciencia en el Exterior de la Fecyt. Ana Elorza desempeña esta función en Washington; Guillermo Orts, en Berlín, y Lorenzo Melchor, en Londres. Precisamente, Melchor había jugado un papel clave en la puesta en funcionamiento de CERU, como su primer presidente. Coincide que los tres se encuentran en las capitales de los países que aglutinan un mayor número de científicos españoles. Estos asesores se unen también a los 34 delegados que el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) tiene diseminados por todo el mundo para favorecer la internacionalización de las empresas españolas, así como a los miembros del Instituto de Comercio Exterior.

“Los asesores científicos pueden ayudar a fortalecer el papel que juegan las embajadas en el seguimiento a las relaciones científicas con otros países, tenemos que innovar más en la forma de trabajar y adaptarla a los nuevos tiempos”, señala Mónica Ruiz, del Departamento de Coordinación de Relaciones Culturales y Científicas.

Melchor ha cumplido ya su segundo mes en el cargo. Divide su misión en tres áreas: “Incluir los intereses de la política científica española en la acción exterior, la internacionalización de la ciencia de nuestro país y potenciar la colaboración mutua con el Reino Unido”, explica Melchor, que ha centrado su trabajo en los dos primeros puntos. Los primeros convenios que den lugar a proyectos conjuntos tendrán que esperar aún.

Este tipo de acuerdos adquieren cada vez más importancia. Después del primer año de Horizonte 2020, España recibe más fondos de los que aporta por primera vez en la historia de los programas europeos. Sobre todo en un momento de crisis como el actual en el que prima la escasez de recursos, este tipo de políticas adquieren otra dimensión. En los últimos años se han reducido las subvenciones para la I+D+i. En 2015 se han situado en 392 millones, frente a los 572 millones de 2010.

Diáspora científica

El Gobierno intenta sacar provecho de un fenómeno que a priori se preveía negativo: la diáspora científica. Lorenzo Melchor insiste en redirigir esta polémica: “La ciencia española no va a mejorar hasta que no cambie el debate de la fuga de cerebros al de la atracción de talento”. Este cambio supondría una transformación de las estructuras españolas, con otro sistema de contratación, mayor coordinación con las comunidades autónomas o más evaluación internacional, “recomendaciones del grupo de expertos independientes que analizaron el sistema español de Ciencia e Innovación, en un ejercicio conocido por Erac Peer Review”, aclara Fernández Vera, que apuesta por avanzar en el modelo de contratados laborales, como ya hacen el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) o el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en lugar del modelo funcionarial y que se mostró muy satifecho con la aprobación de la Agencia Estatal de Investigación ya que se trata un cambio estructura en la gestión de la I+D+i en España.

La presencia de españoles en las principales instituciones científicas del mundo aporta un beneficio claro. Abre una puerta a los centros y universidades españoles para alcanzar acuerdos de colaboración. “Nos sirvió para entrar en contacto con instituciones científicas británicas”, destaca López Álvarez.

La CERU ha organizado diversos encuentros. “Tratamos de ponerlos en el mismo terreno para que investigadores de Cambridge, Edimburgo o el Imperial College puedan mantener encuentros con expertos de la Universidad de Valencia, con el del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón o con el Instituto de Medicina de Málaga”, explica Eduardo Oliver, presidente de CERU. Hace justo un año, firmaron el primer convenio con la red de universidades de la Comunidad Valenciana. Ya se han producido dos encuentros con grupos de investigación valencianos y británicos para buscar líneas de trabajo conjuntas.

Esta asociación está promoviendo también una federación que aglutine a las otras ocho, así como aquellas nuevas que se creen. Todas ellas suman en la actualidad cerca de 1.800 científicos en nueve países diferentes.

Pero quizás el principal ejemplo de diplomacia científica que ha protagonizado el Gobierno español fue la visita de los Reyes a Estados Unidos. Dentro del viaje oficial la Reina acudió al National Institutes of Health (NIH), que cuenta con un presupuesto de ayudas a la investigación de 30.000 millones de dólares (alrededor de 27.600 millones de euros). Este tipo de ayudas no son ajenas a los científicos españoles. Seis proyectos subvencionados cuentan con participación de investigadores de nuestro país.

El Rey mantuvo también un encuentro con científicos españoles, entre los que se encontraban médicos como Valentín Fuster y Josep Baselga. “Sois ejemplo de talento y perseverancia, muestra de las fortalezas de nuestro sistema educativo, embajadores de nuestra cultura, además de un valiosísimo conector entre nuestras capacidades científicas y tecnológicas internas y las redes de conocimiento e innovación a escala global”, señaló Felipe VI.

Precisamente los médicos españoles en Estados Unidos han jugado un papel importante en la adaptación de los científicos españoles. “Rafael Yuste, Fuster o Baselga han hecho una gran labor de apadrinamiento”, explica Fernández Vera. Su labor ha permitido que “los grandes avances de la ciencia española en el exterior provengan fundamentalmente del área de salud”.

Esta política persigue otros dos objetivos. Por un lado, la secretaría de Estado de I+D+i pretende involucrar a los científicos españoles en la evaluación de tecnología. “Es importante medir la calidad con un baremo internacional , para conocer la situación real de la investigación”, subraya Fernández Vera, que explica que la Asociación Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP) ha recibido un importante número de curriculums con el objetivo de participar. “Los Severo Ochoa han sido avalados por científicos internacionales, por ejemplo”, añade.Este programa trata de identificar centros de excelencia.

Por otro lado, no se descarta la recuperación de talento español que ha salido de nuestras fronteras. “El cuidado de esta diáspora puede hacer que se sientan atraídos a trabajar otra vez aquí”, afirma López Álvarez. El embajador para Diplomacia Científica y Tecnológica entiende que resultará complicado atraer a investigadores senior ya asentados y dirigiendo un equipo, “pero hay más posibilidades de que regresen los jóvenes que ya han tenido una experiencia en el extranjero”, subraya.

Pendientes del 20-D

López Álvarez coordina un grupo de trabajo encargado de elaborar un informe con recomendaciones para el próximo ministro de Asuntos Exteriores, que debe decidir si continúa esta estrategia. Una de las decisiones que deberá adoptar es la contratación de nuevos coordinadores científicos en otras embajadas. Los tres actuales cuentan con un contratro anual, prorrogable a otro año más. Otros países de nuestros entorno como Francia, Reino Unido o Estados Unidos cuentan ya con plantillas de asesores más amplias.

“Este consejo asesor de Ciencia y tecnología va a institucionalizar lo que se ha hecho hasta ahora; con políticas y medidas concretas, esperemos que tenga una proyección de futuro y de permanencia”, manifiesta Hugo Portillo, jefe del Departamento de Coordinación de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores.

El Gobierno español
ha nombrado un embajador para la Diplomacia Científica
y Tecnológica

Hasta el momento
se han crado asociaciones
de científicos en nueve
países diferentes

Los médicos españoles
en el extranjero han jugado un papel importante en el apadrinamiento de científicos

Se ha creado un consejo asesor que elevará una serie de recomendaciones al nuevo ministro de Exteriores

Comunidad de Científicos Españoles de Reino Unido

Es la primera asociación de científicos españoles fuera de nuestro país. Se creó en 2011, pero se estableció formalmente en junio de 2012. Cuenta con 460 miembros.

Sociedad de Científicos Españoles en la R.F. Alemania

Es la segunda asociación en antigüedad y es una de las más numerosas. Nace poco después de la Reino Unido y cuenta con 450 miembros en la actualidad.

Asociación de Científicos Españoles en Suecia

A pesar de que se constituyeron en 2014, comenzaron ya a funcionar en 2013. Tiene registrados a 96 miembros en el país escandinavo.

Científicos Españoles
en Dinamarca

Se constituyó en octubre de 2014 y aglutina a 50 científicos españoles, No obstante, aglutina una red de contactos de investigadores de nuestro país mucho mayor.

Asociación de Investigadores Españoles en la R. Italiana

Se creó en septiembre de 2014 y cuenta con 20 miembros, ya que en este país los españoles están más integrados.

Científicos Españoles en Japón

Como la italiana se presentó oficialmente en septiembre de 2014. Tiene actualmente 35 miembros registrados.

Investigadores Españoles en
Australia-Pacífico

También de marzo de 2014 y cuenta con 50 asociados conectados a pesar de la dispersión geográfica.

Españoles Científicos en USA

Nació en marzo de 2014 y cuenta con sedes en Boston, Chicago, Washington, Nueva York y San Francisco, que unen a 581 miembros.

Red de Científicos Españoles en México

Es la más reciente, ya que se creó en junio de 2015. Tiene cerca de 60 socios y trabaja para localizar a más investigadores españoles.

La Comunidad de Científicos Españoles de Reino Unido (CERU) no es ajeno a la situación que vive la ciencia española. Recientemente han remitido a los principales partidos políticos un informe sobre sus puntos de vista y un decálogo sobre cómo mejorar el estado de la I+D+i. Su presidente, Eduardo Oliver, destaca que ha tenido muy “buena acogida” y que ha sido recibido con interés.

Entre las medidas, destacan una financiación estable, con el objetivo de “converger con la media de la Unión Europea de los 28”; un sistema capaz de atraer talento, y una carrera investigadora definida. En el texto, recomiendan también impulsar la diplomacia científica “mediante la acción conjunta de embajadas, consejerías, delegaciones y las sociedades de científicos españoles en el exterior, con el objetivo de potenciar colaboraciones bilaterales, favorecer la movilidad bidireccional del talento nacional y extranjero y liderar acciones diplomáticas de colaboración y cooperación”.