Juan Pablo Ramírez Madrid | viernes, 28 de febrero de 2014 h |

Las dificultades de acceso al crédito y la escasez de fondos de inversión han llevado a investigadores españoles a poner los ojos en el crowdfunding, una herramienta de financiación basada en plataformas de cooperación colectiva online.

Hasta ahora, esta herramienta había sido un recurso utilizado para proyectos tecnológicos o de emprendimiento. En este contexto de crisis, la ciencia biomédica ha comenzado a incorporarse a esta tendencia, pero su irrupción ha generado cierta polémica.

La repercusión alcanzada por un grupo de investigación de Silicon Valley (California, Estados Unidos), ‘Immunity Project’ que ha conseguido recaudar más de 400.000 dólares (291.000 euros) para el inicio de la fase clínica de una vacuna gratuita contra el VIH ha despertado recelo en la propia comunidad científica. Las dudas radican en si este medio de financiación es el más adecuado para proyectos de investigación en etapas tan tempranas de gestación o si podrían generar falsas expectativas en los pacientes.

En España el binomio ciencia-crowdfunding aún no se encuentra tan avanzado como en Estados Unidos u otros países del entorno europeo, pero también han surgido dudas. Recientemente han comenzado a nacer dentro del territorio español plataformas de micromecenazgo especializadas en ciencia al tiempo que las generalistas ponían en marcha departamentos propios orientados a este campo. El director de la Unidad de Innovación del Hospital Clínico San Carlos, Julio Mayol, subraya que la puesta en marcha de este tipo de proyectos debe regirse por la transparencia. “Discutir sobre la ética de este tipo de acciones resulta muy complicado porque se encuentran muy mediatizadas y orientadas a la opinión pública”, afirma.

Mayol considera que estas iniciativas podrían servir para proyectos de investigación que se encuentren en fases muy tempranas, “previas a la investigación clínica”.

Viabilidad y seguimiento del proyecto

El responsable de la Unidad de Innovación del Clínico San Carlos mantiene que “la investigación tiene que estar regulada, al tiempo que se debe exigir una monitorización de resultados de aquello que suponga experimentación con seres humanos y animales”.

Determinados científicos son conscientes de estos problemas y cuentan con mecanismos para solucionarlos. Una de las plataformas que se ha puesto en marcha a comienzos de este año, ‘I Love Science’, cuenta con un comité científico para evaluar este tipo de proyectos antes de solicitar financiación. “En la actualidad contamos con un equipo de cuatro personas: un médico, un farmacéutico, un biólogo y un bioquímico”, señala Roi Villar, uno de los fundadores de esta plataforma. Villar, que coordina también este comité científico, asegura que su intención es ampliar este departamento con el objetivo de diversificar la plataforma.

Uno de los últimos proyectos que ha cerrado con éxito una campaña de financiación es el de un investigador de la Universidad Complutense de Madrid. Rodrigo Barderas ha conseguido 1.000 euros a través de la plataforma ‘I Love Science’ para iniciar una investigación sobre el Alzhéimer. Además de este proyecto, ‘I Love Science’ cuenta con otros dos más para cáncer de mama y septicemia. El primero ha recaudado hasta el momento el 10 por ciento de los 16.000 euros que necesita, mientras que el segundo ha cosechado el seis por ciento de los 10.000 euros que ha solicitado.

Casos como el de estos dos proyectos muestran las dificultades que están encontrando los investigadores a la hora de financiar sus trabajos.

El crowdfunding se encuentra en una fase incipiente en España en todos los sectores. Las primeras plataformas comenzaron a funcionar en 2009 y la investigación en salud ha encontrado sus propios obstáculos. “Toda la campaña debe estar diseñada para satisfacer las necesidades de una comunidad de usuarios, hacerles sentir parte de un desarrollo, y es en ese punto donde yo veo complicaciones para el desarrollo del crowdfunding de salud”, explica Valentí Acconcia, fundador de ‘Projeggt’, una plataforma que se encuentra en diferentes sectores y que cuenta con un proyecto de salud.

El altruismo debería jugar un papel importante en la financiación de este tipo de iniciativas, según cree Acconcia, “lo que resulta complicado pero no imposible”.

Villar identifica otro problema relacionado con la escasa cultura científica en España. “No hemos sabido llegar al ciudadano medio, que desconoce el funcionamiento de un proceso biológico o cómo una innovación de este tipo puede influir en un futuro mejor”, subraya Villar, quien admite las dificultades para arrancar.

En comparación con otras vías de financiación como el capital riesgo o los business angels, el crowdfunding presenta cifras modestas. El año pasado este tipo de iniciativas recaudaron 5.000 millones de dólares (3.650 millones de euros) y los proyectos orientados a salud sólo representaron un tres por ciento del total.

Acconcia considera que esta herramienta puede servir de primer paso a la hora de acceder a fondos de inversión. “Como ya tienes clientes, es evidente que un inversor puede realizar las primeras previsiones y encontrar interesante el proyecto”. Desde su punto de vista, esta herramienta “serviría de instrumento de validación” para este tipo de sociedades.

El director de Comunicación de ‘I Love Science’ insiste en el carácter complementario de esta vía de financiación y recomienda llamara a otras puertas. “El micromecenazgo sirve para cubrir ese periodo denominado ‘valle de la muerte’ en el que se necesitan una primera inversión de entre 5.000 y 20.000 euros para arrancar”, añade.

Independientemente de las dificultades, lo cierto es que el crowdfunding se ha convertido en una tendencia en auge. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) está trabajando para poner en marcha una plataforma al servicio de la comunidad científica. Esta fundación ya ha tenido experiencias en la utilización de esta herramienta a través de la plataforma Taracea, orientada a fomentar el micromecenazgo en divulgación científica.