Almudena Fernández Madrid | viernes, 11 de diciembre de 2015 h |

Aunque no siempre se le preste la atención que merece, la comunicación médico-paciente y cómo se desarrolle la entrevista clínica tiene un papel fundamental en el propio abordaje de las patologías. Rafael Luquín, presidente del Comité Organizador del 26º Congreso Nacional de Entrevista Clínica y Comunicación Asistencial, organizado por el grupo Programa de Comunicación y Salud de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), explicó a GM que la comunicación tiene una relación “básica y total” con la seguridad y los resultados en salud en el marco de este evento .

De hecho, Luquín incidió en que una mala comunicación puede llevar a malos resultados terapéuticos e, incluso, puede tener consecuencias de tipo médico-legal o desembocar en una mejor o peor praxis profesional. En cuanto a la seguridad del paciente, se ve muy influenciada por el hecho de que se realice una buena práctica y que haya una correcta interacción entre el sanitario y la persona y, posteriormente, en el proceso de seguimiento, en el que ya no está involucrado solo el médico de familia, sino también el de hospital, enfermería de primaria y hospitalaria, y otros profesionales como psicólogos y trabajadores sociales. En definitiva, es algo continuo, una trayectoria en la que el hecho de que se transmita la información de manera adecuada influye tanto en la calidad de vida como en la seguridad, que está más garantizada con las correctas actuaciones en este campo de todos los profesionales.

Asimismo, apuntó a que para mejorar la comunicación con el paciente es fundamental que el facultativo esté sensibilizado y considere que es un pilar fundamental en la entrevista clínica y para conseguir que la relación sea buena. “Si esto no se entiende, mal vamos, porque es fundamental un adecuado conocimiento científico-técnico, pero adherido a él está el proceso comunicativo, sin una buena interacción, esa relación cojea”, subrayó Luquín.

Grupos específicos

Sin embargo, hay algunos grupos específicos que requieren de una especial sensibilidad, como pueden ser los ancianos, los niños, o algunos otros grupos con necesidades específicas o “más débiles”, refiriéndose con ello a que están más sensibles a las prácticas incorrectas que puedan llevarse a cabo, detalló el presidente del Comité Organizador del Congreso. En estos casos, es importante un apoyo en conjunto, no solo por parte del médico y la enfermera de atención primaria, sino también con el trabajador social, que deberá valorar el inicio de una protección de estos grupos con necesidades específicas frente a los avatares que tienen lugar en la sociedad.

En el caso de los pacientes graves, oncológicos, largos supervivientes o que se encuentran en cuidados paliativos, es necesario un esfuerzo mayor por ser éste más vulnerable a causa de su situación de pérdida de salud ante una situación grave que afecta a su vida y va a condicionar todas las actividades que realiza cotidianamente. Con estas personas, los profesionales deberán ayudar a paliar en lo que sea posible los efectos de las situaciones graves a las que se enfrenta, como pueden ser un proceso oncológico que le ha minado la salud. Y es que, tal y como recordó, por definición, la organización sanitaria tiene un punto central que es el enfermo junto a su familia, para el que hay que conseguir la mejor calidad de vida que permita su proceso.

Si se trata de dar una mala noticia, Luquín consideró que todo lo que suponga una unión de distintos profesionales —médicos y enfermeras de ambos niveles, trabajadores sociales y psicólogos— que, en muchos momentos, tienen relación con el paciente, es muy importante, y puso en valor el trabajo en equipo.

En esta misma línea, destacó que, en el caso de estas comunicaciones negativas, se debe atender a las mismas como un proceso, no como una situación puntual. “Por llamarlo de algún modo, no es una foto, dar una mala noticia se asemeja más a un vídeo, es un proceso en el tiempo”, incidió para añadir que requiere conocer qué es lo que quiere saber el paciente, de qué información dispone ya de su proceso y, después, poner todo esto en común y presentarle las distintas alternativas de lo que se puede hacer con ese hecho en cuestión, siempre teniendo en cuenta que no hay enfermedades, sino enfermos, cada persona es única y deberá ser tratada de manera individual.

Durante el congreso también se habló del uso de otras terapias en consulta, como el coaching, dejando claro que son positivas si el paciente considera que le funcionan pero que es esencial que el facultativo tenga una correcta preparación, “y muchos ya la tienen”.

Aunque la formación reglada en comunicación es esencial, porque está íntimamente ligada con los conocimientos científico-técnicos y, por tanto, no se puede separar de estos —ya que hacerlo llevaría a “una praxis deficitaria”—, todavía no se encuentra incluida en el pregrado de medicina, tal y como incidió Luquín. En este sentido, señaló que el hecho de incluir esta materia en pregrado “va a llegar tarde o temprano” de una forma reglada, y lo mismo sucederá en el postgrado. De hecho —continuó detallando—, en la Ley de Ordenación de Especialidades hay muchas de ellas que, en su faceta de médico interno residente (MIR), especifican claramente que la comunicación es “un pilar fundamental” y que es necesario su aprendizaje y su desarrollo por los médicos en formación.

En este sentido, agregó que, aunque un profesional tenga una muy buena preparación científico-técnica, no es posible separarla de la parte comunicativa, ya que de algún modo tiene que informar y resolver las dudas de los pacientes y sus familiares, explicarle exactamente el proceso que padece y por el que ha perdido la salud. Una relación profesional-paciente debe de ser satisfactoria para que se pueda llegar al fin de mejorar la vida del paciente.