Pilar Román, presidenta de de la Sociedad Española de Medicina Interna | lunes, 15 de julio de 2013 h |

Los hospitales actuales nacieron hace 100 años y se organizaron en base a la especialización y el conocimiento. Se orientaron a la asistencia de pacientes agudos puesto que en aquel tiempo las principales causas de enfermedad y mortalidad evitable eran las enfermedades infecciosas. Esta organización ha sido capaz de generar un gran avance científico-técnico que ha contribuido, junto al mayor nivel de vida, a la reducción de la mortalidad y a un aumento considerable de la expectativa de vida.

Nuestro sistema nacional de salud, de cobertura universal y accesibilidad equitativa, es uno de los logros del estado del bienestar más significativo y más apreciado por los ciudadanos. Sin embargo, el avance científico continuo ha originado una sub-especialización progresiva y, dada la estructura organizativa tradicional, ha propiciado una asistencia fragmentada, centrada en la propia organización de los profesionales en lugar de hacerlo en las personas. Y la parcelación y ausencia de continuidad asistencial es, también, la principal queja de los ciudadanos.

Y la sociedad y los pacientes han cambiado. Afortunadamente, los pacientes son, cada vez, más exigentes e informados, consideran la salud como un bien de consumo más, piden información y tomar decisio¬nes sobre su tratamiento. Internet ha puesto a su disposición información abundante sobre la salud. El 35% de los españoles buscan información relativa a la salud de forma habitual, siendo los mayores de 65 años los mayores usuarios. Según una encuesta reciente, el 72% de las personas desearían que el médico les recomendase lugares fiables para consultar información sanitaria y poder disponer de un blog o página donde comunicarse con los profesionales sanitarios.

El éxito en el tratamiento de muchas enfermedades agudas ha propiciado el auge de las patologías crónicas que, junto a la mayor esperanza de vida ha condicionado un cambio demográfico sustancial. El 60% de los mayores de 65 años (colectivo que representa el 17,1% de la población actual y, según estimaciones, hasta el 60% en 2.050) padecen alguna enfermedad crónica y un porcentaje considerable de ellos padecen varias al mismo tiempo. La enfermedad crónica es, actualmente, el patrón de morbilidad más importante de los países civilizados y la principal causa de mortalidad y discapacidad. Más del 70% de la actividad sanitaria está dedicada a la atención de los pacientes crónicos y, por tanto, constituyen el mayor porcentaje del coste sanitario. La fragmentación de la asistencia, la falta de coordinación entre los profesionales, la ausencia de continuidad de cuidados, la escasa dedicación a la prevención y promoción de la salud, la orientación de todo el sistema hacia el tratamiento de episodios agudos y la escasa cultura de auto-responsabilidad de los pacientes, hará insostenible el sistema sanitario si no se reorienta la asistencia para este tipo de pacientes.

En los últimos años, además, el coste sanitario ha crecido por encima del Producto Interior Bruto. La causa es múltiple: introducción de nuevas y sofisticadas tecnologías sanitarias; los costes crecientes de la administración; la escasa integración entre profesionales y niveles de asistencia que motivan duplicidad de exploraciones e incompatibilidad de tratamientos con los efectos secundarios que ocasionan y, por tanto, mayor demanda asistencial; la variabilidad clínica; la medicina defensiva; la mayor utilización de los servicios de salud debido a las enfermedades crónicas, a la menor tolerancia a la enfermedad y a la medicalización de problemas no sanitarios, etc.

Si a ello añadimos la situación de grave crisis económica en la que nos encontramos con la consecuente necesidad de restricciones financieras importantes debido al descenso de los ingresos públicos, el sistema sanitario se pone en riesgo de situación de insolvencia.

Por otra parte, el desarrollo de las nuevas tecnologías ha variado sustancialmente nuestra vida diaria y la sanidad no escapa a este hecho. Hoy tenemos la posibilidad de comunicación inmediata mediante teléfonos móviles inteligentes, correo electrónico, redes sociales, dispositivos de control de patologías en domicilio, telediagnóstico etc.

Y, frente a estos retos, se van desarrollando nuevas tendencias sobre la función que deben adoptar los hospitales.

Existe una cre¬ciente evidencia a favor de un cambio radical en el modelo asistencial para hacer frente a la epidemia de la cronicidad. En esos modelos, los profesionales del hospital forman equipos asistenciales con los de atención primaria y socio-sanitaria para, de una manera proactiva, adelantarse a las descompensaciones de los pacientes con el objetivo de evitar progresión de la enfermedad, hospitalizaciones y dependencia, con segmentación de los pacientes según riesgos y atención multidisciplinar individualizada. Al mismo tiempo se hace necesario que los pacientes o sus cuidadores adopten una actitud activa y responsable sobre su enfermedad participando de las decisiones y comprometiéndose en los objetivos. Todo ello precisa de una redistribución de los roles y las competencias profesionales. La continuidad de la asistencia y la atención integral son objetivos fundamentales.

El hospital abandonará su papel centrípeto y se abrirá a la comunidad formando parte de una organización integrada, más flexible y abierta, extendiendo su actividad más allá de sus propios límites físicos. La tendencia a la ambulatorización de los procesos supondrá que los pacientes ingresados serán los de alta complejidad, los críticos, los de diagnóstico desconocido y complejo o los que precisen de alta tecnología o cirugía.

Dispondrá de múltiples recursos asisten¬ciales (camas, plazas de hospital de día, salas de intervenciones, hospitalización a domicilio, consultas de diagnóstico rápido, telemedicina, tele-monitorización, historia personal de salud accesible en cualquier punto etc.), con una atención multidisci¬plinar y, en muchos casos, virtual debido al impacto de las tecnologías de la información.

Los indicadores se basarán en resultados en salud, calidad y seguridad del paciente. La transparencia y la competencia entre los centros serán los medios de conseguir la mayor eficiencia.

La gestión clínica y el compromiso y participación de los profesionales serán imprescindibles para conseguir los mejores resultados. Consiste en rediseñar los procesos asistenciales con tres objetivos primordiales: ofrecer a los pacientes las mejores prácticas posibles según la evidencia científica (eficacia) que hayan demostrado capacidad para cambiar favorablemente el curso de la enfermedad y la calidad de vida (efectividad) con los menores inconvenientes para las personas y los menores costes para el sistema sanitario (eficiencia). Supone trasladar a los profesionales la responsabilidad sanitaria y social que les corresponde a su capacidad de decisión junto al paciente. Las unidades de gestión clínica en base a problemas de salud, en lugar de especialidades, se ha mostrado como la mejor fórmula para la asistencia de calidad centrada en el paciente, la eficiencia y la disminución de la variabilidad clínica.

El reto es importante e ilusionante. Los profesionales hemos de liderar el cambio de modelo asistencial formándonos en los que han demostrado éxito para el tratamiento de la cronicidad; en formar y liderar equipos multidisciplinares excelentes; en gestión clínica; en el uso de las nuevas tecnologías; en calidad y seguridad del paciente; en el fomento de la auto-responsabilidad de los pacientes; en la prevención y promoción de la salud y en la gestión del tiempo. No será fácil pero hemos de abandonar el sistema tradicional si queremos dar a los pacientes la asistencia que se merecen, preservando, al mismo tiempo, nuestro sistema sanitario.

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