Puede decirse que el preacuerdo firmado entre PSOE y Unidas Podemos era algo inevitable. Respondía a una situación excepcional y plantea otra no menos extraordinaria: si todo sale como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pretenden —esto es, haber logrado la investidura antes de que acabe el año— en poco más de un mes podríamos encontrarnos, no sólo ante una fórmula de Ejecutivo que no tiene precedentes en nuestro país, sino también ante el Parlamento más fragmentado de la historia de la democracia reciente.
El abrazo de estas dos izquierdas ha avivado la reclamación de un acuerdo parlamentario sólido que ofrezca seguridad ante los grandes temas de Estado y garantice la estabilidad que necesita España frente a los desafíos a afrontar en el corto plazo. El sistema sanitario los tiene muy identificados y durante demasiado tiempo (¡desde 2014!) ha visto cómo se retrasaba sine die la principal fuente de respuestas a sus retos: una reforma del sistema de financiación de las comunidades autónomas que garantice la suficiencia financiera y que se siga apoyando en los principios de equidad y solidaridad interterritorial, pero que sobre todo tenga en cuenta el coste de los servicios para abordar la despoblación, el número de habitantes, la insularidad, la doble insularidad, la dispersión… Aquello que ahora pesa más en la diversidad del territorio.
Hace apenas dos semanas, desde esta misma tribuna asegurábamos que sobran los motivos para no descartar un Pacto por la Sanidad. Es bueno saber que muchos piensan igual. Pero este pacto —como cualquier pacto que se plantee teniendo en cuenta las insólitas circunstancias que nos rodean— no debe ser sólo un pacto parlamentario. En Sanidad, un pacto no funcionará si no tiene en cuenta a todos los sectores industriales (ellos mismos lo están reclamando también), a todos los profesionales, a los científicos, a los pacientes, a los agentes sociales y sindicales…
A la espera de conocer en profundidad el contenido del acuerdo firmado entre PSOE y Unidas Podemos, quedémonos con la defensa de la sanidad pública incluida entre sus primeros puntos, y veamos claramente que en su beneficio se trabaja —en colaboración imprescindible— desde los dos sectores: el público y el privado.
En Sanidad, un pacto no funcionará si no tiene en cuenta a industria, profesionales, científicos, pacientes…