| viernes, 05 de julio de 2019 h |

Hay ciertas cosas que ruborizan escribirlas por lo obvio que resultan. Y sin embargo, cada cierto tiempo, se hace indispensable porque la realidad es tan tozuda que no termina de impregnarse de estos mensajes. La situación se hace aún más inverosímil cuando existen ejemplos, pocos pero de calado, que demuestran cuál es el camino correcto y, por suerte, en los últimos años, parece que cada vez que ha habido que remangarse de verdad, se ha hecho bien. La crítica, por tanto, se orienta hacia por qué no se instaura como el modus operandi y deja de ser la honrosa excepción.

Bajemos al barro y dejemos de un lado los circunloquios. El Plan contra la hepatitis C y el Plan contra Terapias Avanzadas son estrategias donde, a pesar de los pesares, todo el sistema nacional de salud ha ido de la mano. Si se analizan los resultados, tenemos a la enfermedad vírica al borde del exilio. Todos aquellos tratados, que son ya la práctica totalidad, están curados. El nuevo reto es la eliminación del virus, y los pacientes que aúnan esta patología con el VIH son los primeros en descansar sobre los mimbres del éxito. En los últimos tres años la prevalencia de la infección activa ha disminuido en un 80 por ciento. Esperemos que los cribados a la población general se normalicen y podamos escribir sobre el éxito general de una sociedad.

De la misma forma que el Plan de hepatitis C es un referente tanto a nivel nacional como internacional, el de Terapias Avanzadas está concebido para alcanzar el mismo éxito. A pesar de la existencia de numerosos planes autonómicos, todas las regiones muestran lealtad institucional hacia el Ministerio. Existen roces, ya que la designación de centros sigue provocando reuniones en Sanidad en el que se muestran las diferencias de percepción pero a la hora de la verdad se desprende unidad.

Ahora ha llegado una nueva herramienta terapéutica al Plan de Terapias Avanzadas. Al igual que ocurrió con el Plan de hepatitis C, no será la última pero sus inclusiones agrandan el abanico de posibilidades de los pacientes. Hay trabajo coordinado entre administración e industria como muestran los acuerdos de riesgo compartido o pago por resultados alcanzados y, por primera vez, se han repartido inicialmente los costes para que las comunidades con centros de referencia no se ahoguen ante las tensiones financieras. De hecho, la sintonía interautonómica se palpa cuando a todo el mundo le gustaría participar de lleno y no miran hacia otro lado al ver un coste. Por primera vez se escucha más la palabra valor que coste en boca de los decisores. La agilidad también se nota en el número de pacientes tratados. A fecha de hoy el Ministerio contabiliza 27 pero las peticiones de tratamiento siguen llegando y las cotas serán más altas.

Buenas noticias, por tanto, se pueden escribir cuando el trabajo de cada uno busca sumar y no destacar. Con buenos cimientos y si la labor no ceja, pronto podremos presumir, de nuevo, del Sistema Nacional de Salud.