CARMEN M. LÓPEZ Madrid | viernes, 15 de febrero de 2019 h |

Existe en la comunidad científica una especie de lugar común denominado ‘valle de la muerte’. Se trata de un espacio teórico-temporal en el que se mueve la investigación y la innovación, y las fases que separan un descubrimiento científico (producción) de su implantación comercial (producto). Un símil que puede servir para explicar en qué punto está la (des)igualdad de género en la ciencia: “en proceso” de materializarse.

Es la conclusión final tras la presentación del informe bienal ‘Científicas en Cifras 2017’ del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

La secretaria de Estado de Universidades e I+D+I, Ángeles Heras, aseguró que los datos de esta quinta edición “distan de ser los deseables para la ciencia y para lograr la plena igualdad de género”.

La proporción de mujeres en el conjunto de personal investigador en España está estancado desde hace diez años con un 39 por ciento. Sin embargo, el futuro no es tampoco esperanzador, ya que la ‘cantera’ de científicas —alumnas matriculadas en carreras de ciencia— está descendiendo. “Esto es algo importante, porque en el futuro los mejores trabajos, y la mayor parte de ellos, van a estar relacionados con esas ramas. La ciencia necesita de la mirada femenina”, señaló Heras.

Al comenzar la carrera profesional investigadora, la proporción entre hombres y mujeres es paritaria (54 por ciento mujeres frente al 46 por ciento de los hombres), una situación que además se mantiene en las categorías bajas y medias que empieza a diverger según va subiendo el rango.

“Podemos afirmar por lo tanto que existen evidencias claras de la segregación de género, el conocido como techo de cristal, en el I+D+i investigador español”, aseguró Heras. Según los datos, en las áreas científico-tecnológicas: en las universidades españolas solo dos de cada diez catedráticos son mujeres, y en los Organismos Públicos de Investigación (OPI) sólo el 24 por ciento de las mujeres tiene ese rango.

Una de las novedades de este informe es la incorporación de nuevos datos que ponen de manifiesto la situación de desventaja de las mujeres, como que sólo el 35 por ciento de los investigadores que compiten por fondos públicos para proyectos de I+D+i son investigadoras principales, frente al 49 por ciento de hombres.

En cuanto a las medidas de igualdad, la mayoría de lo centros de investigación y universidades cuentan con medidas de conciliación laboral y familiar (83 por ciento de los OPI y el 72 por ciento de las universidades) y criterios de selección y promoción que garanticen la igualdad (cien por cien-62 por ciento).

Para acabar con estos sesgos, a finales de 2018, el Gobierno puso en marcha un observatorio para promover la igualdad en la ciencia y, hace unas semanas, el Consejo de Ministros aprobó una batería de medidas que establecen por ley mejoras para las mujeres científicas.