Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 02 de marzo de 2018 h |

Las enfermedades alérgicas existen, hay demanda y va creciendo, y no están recibiendo la cobertura necesaria. Es el punto de partida que ha llevado a la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic) a elaborar un documento de recomendaciones de seguridad y calidad en esta materia que permita dar respuesta a las necesidades de los pacientes con las mayores garantías posibles.

La primera frase es parte de la reflexión de Mar Reaño, presidenta del Comité de Calidad y Seguridad de la Seaic, que añade que la escasez de especialistas en el sistema sanitario público hace que en muchas ocasiones se estén empleando tratamientos o dietas innecesarias a partir de un diagnóstico poco afortunado que un especialista sí podría afinar. “En realidad es muy costoso, y supone un gran gasto, además, que está financiado en parte por el sistema público”, indica.

Reaño recuerda, además, que una alergia a un medicamento mal diagnosticado hace que el paciente asuma riesgos adicionales. “No recibe un medicamento porque es alérgico y en segundo lugar le dan un medicamento alternativo que casi siempre es más caro y menos eficaz. Eso hace consumir recursos innecesarios cuando un alergólogo resolvería el problema”, insiste.

Frente a estas situaciones, la Seaic ha planteado un documento con recomendaciones en las que se describen, a modo de guía, los recursos estructurales y humanos necesarios para atender las patologías alérgicas, así como los tiempos precisos para llevarlos a cabo.

Un trabajo que, en palabras de Reaño, también pretende servir de soporte a los profesionales y servicios de Alergología que quieren negociar con sus gerencias las mejoras necesarias para ofrecer una atención de máxima calidad.

Patologías complejas

Uno de los conceptos que define este trabajo es el de Hospital de Día de Alergia, que está en marcha en algunos centros españoles. “Hoy en día manejamos patologías muy complejas y enfermedades graves, que requieren una infraestructura que gira en torno a esta actividad. En estos centros se realizan pruebas de alto riesgo, para el estudio de alergia a medicamentos, alimentos, himenóptero, desensibilizaciones con fármacos, quimioterápicos, etc”, explica.

El documento describe la infraestructura mínima que ha de tener, espacios físicos, dotación de personal, etc. Además, según el riesgo de la prueba que se vaya a realizar debe estar cerca de una unidad de cuidados intensivos o bien, para procedimientos de menos riesgo, ha de tener un acceso rápido a una unidad de emergencia a través de la llamada al 112 con un tiempo de desplazamiento por debajo de los diez minutos. Debe tener también una dotación de toma de oxígeno, carro de parada cardiorespiratoria, etc., resume la alergóloga.

Reaño admite que por ahora no son muchos los centros que cuentan con esta estructura. En otros, añade, se realiza la actividad, pero no en las condiciones adecuadas.

La portavoz remarca que la actividad alergológica en nuestro país es muy variable. No solo por ejercicio público o privado, sino que también dentro del sector público hay una gran diferencia en cartera de servicios, dotación de especialistas, etc.

A pesar de esta heterogeneidad y de la escasez de alergógos en el sistema público, la situación de la alergología en nuestro país no es del todo negativa, con respecto a la de otros países. “Al menos existe como especialidad desde hace 40 años. Es algo que no sucede en otros, como Francia o Alemania, donde está algo más difuminado y compartido con otras especialidades”, puntualiza.

“En ese sentido está bien, nuestro problema es que somos muy pocos y hay zonas en las que hay un alergólogo para una población muy amplia. Es la carencia fundamental”, concluye.


Pocos centros cuentan en la actualidad con estas estructuras, aunque proporcionen las prestaciones



La sociedad científica espera que los profesionales puedan acogerse a este trabajo a la hora de reclamar mejoras