C.R./C.M.L. Madrid | viernes, 15 de febrero de 2019 h |

El papel de los oncólogos y los hematólogos en el nuevo escenario de la medicina de precisión está cambiando. Basta con tirar de hemeroteca para ver cómo la implicación de estos expertos al igual que los pacientes en aspectos de gestión es una tónica generalizada en España. Sin embargo, hace unos días Vinayak K.Prasad, oncohematólogo estadounidense, escribió en Medscape un comentario bajo el título Why Don’t Make Enemies Is Cowardly Advice, a raíz de un hilo de Twitter dirigido a oncólogos donde se incluía el consejo de que “la oncología es un mundo pequeño: no hagas enemigos”.

En su artículo, Vinayak justifica el por qué esta filosofía de “no hacer enemigos” es un mal consejo e indica que la comunidad clínica y los pacientes apuestan en general por una actitud pasiva o silenciosa. Sin embargo, en España este silencio no se corresponde con el ruido generalizado que existe actualmente en SNS, donde los profesionales están cada vez más implicados en cuestiones de gestión. A juicio de este experto, tanto los oncólogos como los pacientes “a menudo” guardan silencio sobre los precios de los medicamentos y sobre los beneficios de las innovaciones. Es por ello, que se debe poner en valor el trabajo de los oncólogos españoles en favor del acceso a las innovaciones que aporten valor para los pacientes.

Como explica la presidenta de SEOM, Ruth Vera, como parte del sistema sanitario, los profesionales “tenemos que hacer que el propio sistema sea sostenible”. Dentro de la sociedad científica, recuerda, existen muchas acciones encaminadas a buscar realmente el valor de los fármacos y los resultados que aportan. “Estamos trabajando en resultados en salud desde muchos puntos de vista, también desde la concienciación y formación a los oncólogos jóvenes”, remarca.

La filosofía de las instituciones como SEOM se han centrado en los últimos años en poner en valor no solo lo que aportan los fármacos dentro de los ensayos clínicos, “sino lo que está aportando a nuestros pacientes”. De hecho, tienen dos grupos de trabajo con la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), centrados, por un lado, en analizar cómo incorporar escalas de beneficio clínico, y por otro lado, en la seguridad farmacológica. Vera apunta a que SEOM publica informes de manera periódica, incorporando los datos de eficacia de los ensayos y las escalas de beneficio clínico, cada vez que se aprueba un fármaco. “Son informes abiertos”, añade Vera.


“Dentro de SEOM, tenemos muchas acciones encaminadas a buscar realmente el valor de los fármacos”


La presidenta de SEOM señala que la comunicación con Sanidad en materia de acceso también es habitual. En definitiva, Vera considera que es importante poner en valor que se está haciendo en España, ya que “no nos pueden comparar con sociedades como las americanas”.

En los últimos tiempos ha cambiado la percepción. La actividad de las instituciones es cada vez más ágil en este sentido. Mejorar las herramientas disponibles para medir el beneficio de los fármacos tiene otro nombre propio. De hecho, hace bien poco que Fundación ECO ha puesto en marcha un proyecto aglutinador de oncólogos, farmacéuticos, estadísticos, economistas de la salud y otros decisores, con el que se pretende crear cuerpos de conceptos que en un futuro próximo permitan llegar a consensos eficientes a la hora de evaluar las innovaciones terapéuticas. “Existen evidencias suficientes que apoyan que es el momento de reconsiderar los criterios que siguen para la autorización de nuevos medicamentos”, expuso Carlos Camps, director de Programas Científicos de Fundación ECO .


“Se debe hacer un esfuerzo para autorizar las innovaciones con evidencias robustas del beneficio-riesgo”


EE.UU., Europa y los pacientes

Cabría pensar que el comentario publicado en Medscape sólo tiene encaje en el sistema sanitario estadounidense (de hecho, hay en el artículo menciones explícitas a Medicare). Pero, ni siquiera aquí cabría hablar de generalidades. Sólo hay que ver los intentos de ASCO que, al igual su hermana europea, lleva tiempo trabajando en la búsqueda de nuevos modelos para abordar el beneficio clínico de las innovaciones oncológicas.

Y en relación a su supuesta pasividad ante los precios, no hay más que recordar cómo el alto coste de los oncológicos en Estados Unidos protagonizó el último Congreso de ASCO o cómo, meses antes del mismo, ASCO y ESMO unieron sus voces a través de un informe que apunta a un “desequilibrio evidente” entre el precio y beneficio de los fármacos. Es más, ESMO dio un paso adelante creando su propia escala de medición de valor. Como apuntó su presidente, Josep Tabernero, “hay que buscar el equilibrio entre el beneficio clínico real de los nuevos enfoques terapéuticos, cómo manejar sus costes y cómo garantizar que todos los países tengan acceso a estos tratamientos”.


“Hay que buscar el equilibrio entre el beneficio clínico real de la innovación, de cómo manejar los costes y garantizar el acceso”


En materia de pacientes, la historia ha seguido el mismo hilo. Las asociaciones están totalmente implicadas en la gestión sanitaria. De hecho, son parte activa junto con especialistas y diversos expertos en estrategias nacionales como el Plan de Terapias Avanzadas, donde innovación y sostenibilidad son un tándem presente en cualquier grupo de trabajo. La Mesa Estatal de Pacientes también tiene su rol dentro como un órgano consultivo. Pero hay más. La AGP trabaja en el establecimiento de cauces de diálogo entre las asociaciones, administraciones y profesionales de la salud con el objetivo de construir, sostener y mejorar la asistencia. Desde el 2014 trabaja por la equidad en el acceso a la innovación a través de su Comisionado, una figura que recoge, analiza y emite informes sobre determinados procesos y actuaciones que se llevan a cabo en el sistema sanitario, al tiempo que proporciona herramientas para resolver aquellos procesos, susceptibles de mejora.

Todos estos motivos no son más que el día a día de un sector sanitario, implicado desde hace mucho en la política farmacéutica.