Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 17 de marzo de 2017 h |

Durante muchos años, la petición de incorporar pruebas diagnósticas en atención primaria como la espirometría fue una letanía entre los médicos de familia. No en vano, como recuerda Juan Antonio Trigueros, responsable del Grupo de Trabajo de Respiratorio de la SEMG, algunas patologías respiratorias crónicas, como la EPOC y el asma, tienen una prevalencia superior al 10 por ciento. Para diagnosticarlas, recalca, hace falta poner de manifiesto la obstrucción de las vías respiratorias, lo que se consigue con una espirometría.

A día de hoy, estaría ya bastante implantada en las consultas, aunque admite que hay lugares en los que aún no se realiza. “Y no porque falten espirómetros, que según la Estrategia Nacional de EPOC del Ministerio de hace cinco años, la mayoría de las zonas estaban cubiertas”, indica. En cualquier caso, las condiciones de calidad con las que se realizan no siempre son las correctas. En este sentido, destaca que se trata de una prueba funcional que necesita una serie de condiciones muy estrictas: buena capacitación del técnico que la va a realizar, buena calibración de los espirómetros, un circuito de calidad establecido en el centro de salud con un responsable nominal, etc.”Una vez que esto sucede, la mayoría de los médicos incorporan su realización a la práctica clínica diaria, y eso redundaría en una gran mejora de la asistencia de esas enfermedades”, puntualiza.

Para Sergio Cinza, vicepresidente segundo de Semergen y Codirector de la Cátedra USC-Semergen, todavía existen limitaciones en la accesibilidad a esta prueba diagnóstica. “No son pocos los centros de salud que no pueden solicitarla por falta de disponibilidad, el resto de centros dependen en su mayoría de la voluntad del personal de enfermería, que la realizan a expensas de restar tiempo a otras actividades programadas o a la atención a domicilio”, lamenta. Cinza insiste en que el espirómetro existe en la mayoría de los centros, aunque no está completamente generalizado, pero no hay personal asignado para realizar esta prueba o carece de formación o de tiempo suficiente, ya que puede requerir alrededor de una hora por paciente.

Cursos en Galicia y Valencia

La necesidad de mejorar la formación de los profesionales es una reclamación común, que ambas sociedades tratan de cubrir. De hecho, recientemente SEMG celebraba en Valencia su II Jornada de respiratorio, y en paralelo la Cátedra USC-Semergen realizaba un curso en Santiago de Compostela sobre el manejo de la EPOC.

Cinza tiene claro que la formación conseguirá que los profesionales se mentalicen de la necesidad de hacer espirometrías, pero también mejorará la implementación de las guías clínicas en la práctica diaria. Por su parte, Trigueros pone el foco en la necesidad de reclamar espirómetros en los centros que no dispongan de ellos y de comprobar que su funcionamiento es correcto. Otra herramienta valiosa, destaca, son los medidores de pico flujo, “muy eficaces en el caso de los asmáticos, para reconocer la gravedad de las agudizaciones o para conocer la variabilidad de la obstrucción”. En la misma línea, propone incorporar programas de calidad estructurados, con formación continuada en esta área, así como plantear la incorporación de la enfermería a la atención de los pacientes respiratorios crónicos. Mientras llega ese abordaje ideal de las patologías respiratorias, la realidad es que las limitaciones actuales han originado un doble error en enfermedades como EPOC, que describe el portavoz de Semergen: el sobretratamiento de pacientes, a quienes se les administra a ciegas porque tienen síntomas compatibles y el facultativo busca reducir síntomas y mejorar la calidad de vida, y también infradiagnóstico, al no identificar correctamente a pacientes con síntomas menos manifiestos.

A ello se suma otra dificultad, que es el manejo de los dispositivos inhaladores que se suelen emplear en su tratamiento. Los pacientes tienen mala adherencia, se ha demostrado que la cumplimentación en el paciente respiratorio es menor que en otras patologías y está por debajo del 50 por ciento, sobre todo en los asmáticos. Además, en los pacientes que sí emplean la medicación hay que revisar periódicamente si cumplen su tratamiento y su técnica de inhalación es correcta, explica Trigueros.

Con todo, los avances en el manejo de estas enfermedades son innegables. Para Trigueros, el principal ha llegado de la mano de las guías y normativas de prácticas clínicas, tanto la del asma española GEMA como la internacional GINA o la española GesEPOC o la internacional GOLD. Todas ellas son mucho más conocidas y seguidas, advierte. En el caso de la EPOC, además, el concepto de fenotipo ha permitido manejar el tratamiento con mayor exactitud.