El alcohol se encuentra, en cantidades variables, tanto en bebidas destiladas como fermentadas ( vino o cerveza). Es un producto cancerígeno incluso en dosis bajas. Esta tajante afirmación de los profesionales de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, Semfyc, son resultado del análisis de diversos estudios gracias al que es más sencillo comprender la complejidad de la relación entre alcohol y enfermedad. Parte de esa complejidad viene del hecho de que algunos estudios científicos han sugerido en los últimos años que, en pequeñas cantidades, podría reducir el riesgo de infarto o diabetes. “Pero esas mismas cantidades de bebidas alcohólicas aumentan las posibilidades de padecer otras enfermedades, como es el caso de algunos de los cánceres más frecuentes en la población general: colon, esófago y mama, entre otros”, afirma Rodrigo Córdoba García, coordinador del Grupo de Educación Sanitaria del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud de la Semfyc.
Los supuestos efectos beneficiosos enfatizados por algunos sectores de la sociedad se referían a determinados biomarcadores que en realidad, “no dejan de ser más que variables intermedias sin relación con la mortalidad global. Esos estudios ocultan el efecto cancerígeno del principal metabolito del alcohol, el acetaldehído, que sí tiene relación demostrada en la aparición de diversos tipos de cáncer”.
Los médicos de familia repasan algunas evidencias sobre este tema. Como la que recoge, por ejemplo, un metanálisis de la revista Nature publicado en el año 2014, que estima que el riesgo de cáncer digestivo asociado al consumo de alcohol aumenta entre un 10 y un 30 por ciento por cada dos unidades de alcohol consumidas por día. El riesgo de cáncer de esófago se incrementa en un 26 por ciento con dosis inferiores a 12,5 g/día, y en un 79 por ciento con dosis entre 12,6 y 49,9 g/día. Además, subraya que a partir de 15-30 g/día el riesgo de cáncer de hígado y de colon se incrementa en un 16 por ciento. Consumos inferiores a 25 g/día se han asociado al incremento del riesgo de cáncer de mama.
El Estudio EPIC (estudio prospectivo Europeo sobre dieta, cáncer y salud) también refleja datos importantes. El trabajo permitió observar que el 10 por ciento de los cánceres en el varón y el tres por ciento en la mujer están relacionados de forma significativa con el alcohol. La tasa media de supervivencia de estos cánceres a los 5 años es del 50 por ciento. Esto equivale a 1343 muertes por alcohol y cáncer en mujeres (3 por ciento) y 6850 en varones (10 por ciento), en 2017.
Otro aval científico más viene del lado de la International Agency for Cancer Research (IARC), una entidad que afirma sin contemplaciones que el alcohol es un carcinógeno del Grupo A para el cual “no existe un nivel seguro de exposición”.
Rodrigo Córdoba explica las razones que hacen que las bebidas alcohólicas se conviertan en sustancias cancerígenas. Tiene que ver, según sus palabras, con que “el metabolismo del etanol de las bebidas alcohólicas en acetaldehído es probablemente carcinógeno humano y puede dañar tanto el ADN como las proteínas; la generación de los procesos de oxidación celular; la disminución de la absorción de vitamina A, C, D, E, Carotenoides y folatos; el incremento de las concentraciones crecientes de estrógenos”. Asimismo, subraya el hecho de que las bebidas alcohólicas pueden contener también una variedad de contaminantes cancerígenos que se introducen durante la fermentación y la producción, como son las nitrosaminas, asbesto, fenoles e hidrocarburos.
Desde hace tiempo, Semfyc enfatiza que el alcohol no puede ser parte de una dieta saludable. Córdoba García remarca que además de ser cancerígeno, lejos de ser un protector del corazón, aumenta el riesgo de enfermedad hipertensiva, ictus hemorrágico y fibrilación auricular. “El alcohol es, además, responsable de notables perjuicios sociales, mentales y emocionales, incluyendo criminalidad y todo tipo de violencia, que conducen a enormes costes para la sociedad”, apunta.
Los estudios más recientes también concluyen que el consumo de alcohol parece proporcionar entre poca y ninguna protección contra la mortalidad en la mayoría de los grupos por sexo y edad por lo que el balance del consumo de alcohol es netamente negativo para la salud de las personas. Un estudio de The Lancet afirma que consumir tres o más cervezas o vinos por día disminuye expectativa de vida entre 18 y 22 meses. Consumir cinco ó más cada día resta entre cuatro y cinco años de vida “¿Puede eso considerarse saludable?”, se preguntan los facultativos de la Semfyc.
En la consulta de primaria
Se calcula que tres de cada 1.000 pacientes atendidos en consultas son dependientes del alcohol y uno de cada 20 hace un consumo de riesgo o perjudicial. La tarea fundamental del médico de familia “es identificar precozmente a los pacientes que hacen un consumo de riesgo de alcohol para evitar los efectos nocivos en la salud de su consumo y evitar que desarrollen una dependencia”, comenta Francisco Camarelles, presidente del PAPPS de Semfyc.
Una vez se ha desarrollado la dependencia, “los médicos y médicas de familia desempeñan un papel importante identificando a los pacientes que la sufren, interviniendo en la derivación de los que la precisen, para que sea más eficaz su rehabilitación, y apoyando al paciente a lo largo del proceso”, concluye Camarelles.
¿Cuánto es mucho?
Saber cuánto consumo de alcohol debe considerarse de riesgo es una de las claves para que los consumidores tomen conciencia de la importancia de los hábitos saludables. Partiendo de la idea de que no hay consumo de riesgo cero, el consumo de bajo riesgo no debería superar las 2 unidades de alcohol al día en varones y una en mujeres, lo que equivale a uno o dos vasos de vino de 100 o de 250 cc de cerveza. Este consumo supone un riesgo de mortalidad del 1/1000, que por consenso se considera aceptable en caso de conductas voluntarias.