Esther Martín del campo Madrid | viernes, 22 de septiembre de 2017 h |

Tiempo y formación para un diagnóstico temprano de la enfermedad de Alzheimer. Es la demanda principal de los profesionales de atención primaria, extensiva a otras muchas patologías crónicas, en el marco del Día Mundial del Alzhéimer, celebrado el pasado 21 de septiembre.

Desde la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Alberto Freire, coordinador del Grupo de Habilidades en Neurología, destaca el papel de estos profesionales como el idóneo para la detección y manejo inicial de las alteraciones de la memoria, así como para realizar el cribaje clínico “que puede orientarnos sobre si estamos ante una enfermedad de Alzheimer y realizar la derivación a unidades especializadas”. Esto se debe, a “su accesibilidad, proximidad y la perspectiva de tratar al paciente a lo largo de su vida”, destaca.

“Cualquier fallo de memoria en pacientes mayores de 65 años debe ser estudiado para diferenciar los que están asociados al envejecimiento fisiológico de los que podrían ser alzhéimer”, apunta.

Freire recuerda que factores como el envejecimiento de la población hace esperar que cada 20 años se duplique la cantidad de personas con demencia y deterioro cognitivo, de ahí que sea “imprescindible un cambio estructural y organizativo hacia la atención al paciente crónico y programas de atención integral a este tipo de pacientes”.

En cualquier caso, puntualiza que realizar un cribaje no es sinónimo de diagnóstico, y pone el acento en que “no todas las alteraciones de la memoria son enfermedad de Alzheimer”.

Desde la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), Araceli Garrido, coordinadora del Grupo de Trabajo en Demencias, explica a GM la labor del profesional de AP en cada fase de la enfermedad.

Aunque admite la contribución del facultativo del primer nivel en el diagnóstico precoz ante los primeros síntomas de la enfermedad, con la complejidad que plantea descartar otros problemas cognitivos que puedan ser pasajeros, es consciente que esta intervención temprana tiene un alcance limitado, por las propias limitaciones del arsenal terapéutico disponible en el tratamiento de esta patología.

Ante esta realidad, Garrido pone el acento en la labor de acompañamiento del paciente y su entorno en el proceso de la enfermedad, y el valor de proporcionar un soporte adecuado para que puedan encajar, también a nivel emocional, una enfermedad cuyo diagnóstico supone un impacto “tremendo” para toda la familia.

Voluntades anticipadas

En la misma línea, llegado el caso, destaca la importancia de que el médico asesore al paciente, todavía en las fases iniciales de la enfermedad, sobre la necesidad de realizar un registro de sus voluntades anticipadas, para que pueda decidir, en plenas facultades aún, quién y cómo ha de asumir su tutela o la gestión de su patrimonio, una vez que el avance de la patología conduzca a la incapacitación del paciente.

Junto a la demanda de tiempo y formación en la que coinciden los especialistas de las tres sociedades científicas de atención primaria, Garrido también añade la necesidad de impulsar en la práctica mecanismos de coordinación de la atención sanitaria y social. Esta idea también se contemplará en el futuro Plan Nacional del Alzhéimer, en cuyo diseño colaboran también las sociedades científicas de atención primaria y que se espera que sea presentado en breve.

No obstante, se ha avanzado en la práctica en algunas comunidades, admite la especialista. Cita como ejemplo Madrid, donde el médico de atención primaria tiene acceso al historial de los pacientes que son atendidos en residencias públicas, un ejemplo que debería extenderse al resto de regiones.

Sobre este asunto Arrieta, de SEMG, también llama la atención sobre las diferencias entre las comunidades, y alega que el grado de coordinación depende, en buena medida, de que contemplen o no la integración de los trabajadores sociales en los equipos de AP. Nunca está de más recordar que una patología compleja como el alzhéimer exige una respuesta global.

Mayores con alzhéimer, un colectivo especialmente sensible al maltrato

“El paciente puede olvidar algunas cosas, pero nosotros no le olvidaremos”. Esta frase, que traslada a GM Mª Carmen Martínez Altarriba, secretaria de Semergen Solidaria, resume la implicación de este área específica de trabajo solidario de la Sociedad Española de Medicina de Atención Primaria (Semergen) en la protección a estos pacientes.

Semergen Solidaria lidera un proyecto específico centrado en la enfermedad de Alzheimer que se sustenta en tres pilares: formación, investigación y atención asistencial. Una iniciativa que implica a médicos de familia, pero también a geriatras, cuidadores profesionales, pacientes y ciudadanos.

Martínez Altarriba detalla que el proyecto está integrado dentro de un programa de soporte y ayuda al anciano, que vela por la defensa de los derechos humanos en la tercera edad y centra sus esfuerzos en la prevención del maltrato a los mayores.

No hay que pasar por alto, recuerda la portavoz, que el paciente con Alzheimer resulta especialmente vulnerable a sufrir malos tratos debido a su importante discapacidad. “El deterioro severo de las funciones intelectuales, la desorientación espacial y la afectación del lenguaje hace que tengamos que estar especialmente atentos —alerta— ya que su capacidad de comunicación y memoria se encuentran muy dañadas”.

Dentro de este programa, la sociedad científica imparte talleres por toda España para mejorar la formación de los médicos de atención primaria en la detección precoz del deterioro cognitivo y su rehabilitación, así como liderando investigaciones que permitan progresar en el tratamiento de esta enfermedad y mejorar su calidad de vida.

Otra línea importante, explica, son las iniciativas para promover la solidaridad intergeneracional en los colegios, al igual que la sensibilización de las administraciones para aumentar los recursos.

Por su parte, Enrique Arrieta, miembro del Grupo de Trabajo de Semergen, destaca la necesidad de seguir trabajando en formar a los profesionales de primaria y de darles herramientas para que puedan hacer bien su trabajo, tiempo y facilidades para gestionar sus agendas. En todo el proceso, además, han de estar presentes las asociaciones de familiares, que, más allá de manifestar sus problemas y sus carencias, “enseñan” a los profesionales, en su opinión.

Por otra parte, Arrieta asume que “por desgracia” los centros de salud españoles no cuentan con dispositivos especiales para dar cobertura a las necesidades de estos pacientes desde una perspectiva integrada. “No siempre la comunicación entre AP y el hospital es fluida”, indica, aunque reconoce que cuando existe una Unidad de Memoria o una consulta monográfica de demencias la comunicación y la coordinación es más fácil”. Si no es así, los pacientes pasan a una lista de espera de neurología general.

La necesidad de visado para la medicación específica (inhibidores de la acetilcolinesterasa y memantina) es una barrera para la prescripción, denuncia el especialista, y supone en ocasiones asumir los retrasos de la lista de espera de revisiones para obtener el informe del especialista hospitalario, expone, repasando las principales dificultades. Según su impresión, la oferta de servicios sociosanitarios es muy desigual entre las comunidades, especialmente si se comparan zonas urbanas y rurales, donde, además, se concentra la población envejecida.