Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 14 de julio de 2017 h |

Más allá de la insulina glargina, que forma parte del arsenal terapéutico que manejan habitualmente los médicos de atención primaria, no es frecuente que un facultativo del primer nivel prescriba medicamentos biosimilares. Sin embargo, las tres sociedades científicas que agrupan a los médicos de atención primaria, coinciden en que es fundamental mejorar la formación de los médicos tanto en este tipo de medicamentos como en los fármacos biológicos innovadores, principalmente por el papel que juegan los médicos de familia en el seguimiento de los pacientes tratados por los especialistas.

Vicente Palop, del Grupo de XX de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), subraya que el conocimiento de este tipo de fármacos es muy importante. “Cada vez hay más pacientes tratados con fármacos biológicos o biosimilares en enfermedad reumatológica, enfermedad inflamatoria digestiva, neurología, neumología y cáncer, y son fármacos que afectan a la inmunidad de los pacientes, que pueden deprimirla y que tienen efectos adversos importantes”, indica.

Para estos médicos, términos como intercambiabilidad o sustitución son ajenos a su vocabulario. El desconocimiento ya existe entre los médicos del ámbito hospitalario, según Palop, y más aún en el primer nivel. En su opinión, estos debates quedan relegados a las especialidades en las que su uso está más extendido. El portavoz de Semfyc remarca que el margen que establece la agencia europea del medicamento para la sustitución de biológicos originales por biosimilares es “muy estrecho”.

En su opinión, un paso fundamental sería la elaboración de un documento de reflexión abierto sobre el perfil de reacciones adversas de estos medicamentos y de cómo pueden alterar la inmunidad de los pacientes. El empleo de este tipo de medicamentos, tanto biológicos como biosimilares, tendría que ser notificado al médico de atención primaria, reclama, al tiempo que insta a la administración a realizar un buen seguimiento de estos pacientes.

Por su parte, Antonio Torres, del Grupo de Fármacos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) admite que “no es una confusión rara en atención primaria” considerar a los biosimilares como genéricos de un fármaco biológico original. Un error común “al que no han sido ajenas las gerencias y las unidades de farmacia, que han extendido esa idea, y más desde el punto de vista del ahorro puramente económico.

Según su impresión, el grado de conocimiento sobre los fármacos biológicos y los biosimilares en el primer nivel es muy reducido. Los primeros, son conocidos como fármacos de uso para determinadas patologías principalmente por su alto precio, sin reparar en sus particularidades ni en su proceso de producción. No hay una cultura sobre ellos como grupos específicos, aclara.

Por su parte, Paloma Casado, miembro del Grupo de Trabajo de Gestión del Medicamento de la sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), recuerda que en una encuesta realizada el pasado año por su sociedad científica, en la que participaron alrededor de 700 médicos, la mitad de ellos no sabía definir correctamente qué es un fármaco biosimilar, y confundía este concepto con el de bioequivalencia.

Respecto a los biosimilares, Casado remarca que al variar el proceso de fabricación del medicamento, no se puede garantizar que el efecto causado sea exactamente el mismo que el del producto de referencia. “Estos fármacos proceden de seres vivos, y este origen condiciona que puedan producirse diferencias según la cepa o estirpe celular utilizada”, puntualiza. La portavoz de Semergen remarca que, en ningún caso, estos fármacos deben confundirse con productos “naturales” no avalados por estudios clínicos.