#Los médicos

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| viernes, 06 de julio de 2018 h |

El avance de la inteligencia artificial en medicina es una realidad que ya está aquí y tiene un enorme potencial que, sin lugar a duda, será de gran beneficio para mejorar la salud de los pacientes. Los avances en tecnología incorporan facilidades para delegar y automatizar muchas tareas, actividades y procedimientos. El control de la tensión arterial, de la glucemia, de la coagulación, de la saturación de oxígeno en sangre arterial, y otros muchos parámetros, han encontrado métodos sencillos, fáciles de generalizar y de utilizar. La revolución de la ecografía está ya en marcha, guiada por el bajo coste relativo (y la posibilidad de usar los teléfonos y tablets como pantalla de visualización), lo que garantiza que dentro de un tiempo ocupe un lugar cotidiano en la consulta. La utilización del teléfono móvil, los ordenadores personales, internet y las cámaras web aportan soluciones prácticas a la gestión clínica entre médicos de familia y especialistas de hospital y entre colegas de una misma especialidad que beneficia la difusión y transmisión de la información, pero el reto sigue siendo la integración de esa información para la mejor atención a los pacientes, particularmente, los más frágiles.

A pesar de todos los avances y ejemplos de ciencia ficción, como la película Elysium que nos traslada al año 2154 en que la inteligencia artificial es capaz de diagnosticar cualquier enfermedad y curarla sin que intervenga ninguna persona. Creo firmemente que la inteligencia artificial será un aliado, pero nunca podrá sustituir al médico.

La innovación tecnológica debe exigirse a sí misma la racionalidad organizativa y la funcionalidad operativa. Sería interesante recorrer la tortuosa historia de la informatización de la historia clínica en España, y explorar que otras rutas más racionales y económicas se podrían haber ensayado. Desde la perspectiva de los profesionales, hemos percibido insensatez institucional (17 historias autonómicas), organizativa (varios sistemas en función de los proveedores), y disfuncionalidades basadas en la falta de usabilidad y lógica clínica en su diseño y explotación. La tecnología informática y de telecomunicaciones ha creado un mundo virtual paralelo, que beneficia exponencialmente la difusión y transmisión de información; el reto sigue siendo la integración de esta información en decisiones sabias, proporcionadas y armónicas en el mundo real, que permitan que nuestros pacientes, particularmente los más frágiles, tengan mejoras significativas de su cantidad y calidad de vida.

Es por ello, que la OMC, en el actual proceso de actualización del Código de Deontología Médica, tenga previsto incluir un capítulo dedicado al big data y la inteligencia artificial, algo en los que lo médicos tenemos que tener claro desde un punto de vista ético y deontológico para evitar la paradoja de tener excelentes procedimientos, pero mala medicina. Citando el libro esencial de Medicina, el Harrison, que expresa de forma inequívoca que, a pesar de que el médico actual busca integrar en su práctica diaria todos los avances científicos, no puede perder de vista la finalidad primordial: aparte de prevenir la enfermedad y tratar a las personas enfermas, el cultivar la relación cercana entre el médico y el enfermo, es decir la relación médico-paciente que es la esencia de nuestra profesión.

Precisamente, para preservar esa relación, amenazada por una tecnificación sin límites con los nuevos sistemas de big data, inteligencia artificial, optimización tecnológica y genética de los individuos y demás descubrimientos, el Foro de la Profesión Médica está llevando a cabo el proceso formal para que la relación médico-paciente sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Invitamos a todos a sumarse a este proceso.


“La innovación tecnológica debe exigirse a sí misma la racionalidad organizativa y la funcionalidad operativa”