#enfermería

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| viernes, 06 de julio de 2018 h |

Los beneficios –potenciales y reales– de la tecnología de la información en el campo de la salud están fuera de toda duda. De primeras, permiten agilizar procesos y minimizar los errores. Por ejemplo, hay bastantes experiencias lideradas por la enfermería para recoger los principales parámetros de salud del paciente mediante una tableta y que los datos se incluyan de forma automática en la historia clínica. O, por ejemplo, para que la información entre enfermeras en el cambio de turno no se transmita de forma oral o en notas manuscritas. Y es verdad que algunas personas son bastante reacias a la introducción de cambios que afecten a sus rutinas de trabajo, sobre todo cuando hablamos de incorporar nuevas máquinas o nuevos programas informáticos. Es cierto que implican un esfuerzo para dominarlos, como ocurre cuando compramos un teléfono móvil de última generación. Pero la tecnología ha llegado para quedarse, así que mejor que nadie se resista a los cambios porque no queda otra salida. Es preferible abrazar las nuevas soluciones y evolucionar. Porque cuando se instauran nuevos sistemas y dispositivos es –casi siempre– en aras de un beneficio para el profesional, el paciente y el sistema. Aunque su puesta en funcionamiento es más lenta de lo que se pensaba. Estamos en 2018 y hace unos días se estaba completando la implantación de la historia clínica electrónica en un gran hospital de este país. Así que quizá no hay que presumir tanto de avances tecnológicos…

Y si damos el salto a los sistemas de big data, sabemos que las buenas decisiones siempre se toman si analizamos previamente el escenario, las necesidades y los resultados. Y que, sólo con tener en cuenta unos pocos de los parámetros analizables, el sistema experimentaría una mejora en la gestión y en el buen uso de los recursos. Sin embargo, la realidad es mucho más sombría porque, digámoslo claramente, hay a quien no le interesa que las decisiones se tomen en función de parámetros objetivo y cuantificables. Los grandes centros sanitarios son islas que no comparten información, ni interesa cruzar datos con otras comunidades autónomas, ni hacer estudios de coste-efectividad de algunas medidas. Eso por no hablar de las 17 tarjetas sanitarias que hay en España y los sistemas informáticos incompatibles. La falta de homogeneidad en este sentido jamás permitirá emplear los datos que genera el sistema a diario para corregir lo que no funciona y potenciar lo que genera eficiencia y resultados positivos.

La tecnología será un gasto estéril si vamos poniendo parches o cambiamos el boli y el papel por un móvil o una tablet. Abordemos un gran cambio de verdad, saquemos conclusiones sobre cómo tener una mejor sanidad gastando lo mismo, sobre cómo organizar a los profesionales y en eso la tecnología informática nos puede ayudar mucho. Eso sí, hace falta valentía y voluntad política y altura de miras. Entremos de verdad en el siglo XXI.


“La tecnología ha llegado para quedarse, así que mejor que nadie se resista a los cambios porque no queda otra salida”